Sobre el papel prensa se cierne una buena noticia. Fijaros, que la foto lo canta. La imagen podría llevar debajo un titular acerca de los sin techo que sufren en la calle. Y eso sería muy vendible periodísticamente. Y si lleva una cifra escandalosa... mejor aún. Una mujer en dificultades -lástima que María no sea exponente de la política de género, dirán- y un hombre 'engañado' que no es padre del niño que centra la estampa.
Pero nos parece, a los que nos llamamos cristianos, sobre todo si además ejercemos como tales, que lo que destila la Sagrada Familia en ese portal (el instalado por Francisco Holgado este año en el Obispado, para más señas) no es la reivindicación de una solución para los desterrados del deseable bienestar. No, lo que vocifera es el amor de Dios encarnado. Un niño que trae la felicidad para todos. Una blandura informativa, diría el director del medio en el consejo de redacción.
"¿Dónde está la noticia?", clamaría energúmeno haciendo como el que entiende la buena intención del redactor pero implorando conciencia de empresa que debe vender su producto en los kioskos al día siguiente. Dicen aquellos que no creen en la honradez del periodista que lo nuestro no es más que intentar que la realidad no nos joda la noticia. Y debe ser cierto porque es consideración generalizada.
Soy de los que aseguran que eso no es cierto. Pero también soy un ejemplo de que, por ese camino, se progresa poco en esta profesión. Conozco, por ejemplo, a una chica madrileña, recién llegada a Jerez, con la que sería interesante mantener un debate al respecto a juzgar por cuanto, ideóloga que es ella de los actuales cambios en un periódico local, está provocando en la mencionada cabecera.
Tiempo es de olvidar, al menos en estos días, aquello que nos azota. Tiempo es de esperar que el reino de ese Niño Dios se imponga. Tiempo es de tener esperanza en una transformación de la sociedad que nunca llegará de la mano de la competitividad de aquella periodista con ansias directivas. Tiempo de buenas noticias y, entre ellas, ésta es la mejor. Creedme: Dios se ha hecho hombre. Y lo ha hecho por nosotros.
¡FELIZ NAVIDAD!
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