Ahora sí, queridos hermanos de La Plazuela. Ahora ya no hace falta que me lo calle. Ya es noticia hecha pública anoche por el obispo. Y estas líneas de la mañana siguiente van dirigidas a mis amigos José Carlos Morales, Esteban Pérez, Mateo López, Paqui Cortijo, José Antonio Carmona, Carlete Acosta, Juan Carlos Pérez, el difunto Mariano Ramírez, José Manuel Rodríguez, Ildefonso Roldán, Lorenzo, César, Paqui Durán, Fernando Barea, Francisco Carlos Aleu, Juan Ángel, Félix...
Cuánta buena gente, coño (lo siento, pero era necesario, estoy exultante), a las plantas de la Virgen de la Esperanza. Pero, de entre ellos, me guardo para el final a Feliciano Gil, aquél hermano mayor que tuvo la cofradía y que confiando en mí algunos de los momentos en los que yo pude aportar algo a la hermandad o regalándome su amistad por la vía de la complicidad con el periodista y de la lealtad con el amigo tanto tiene que ver con la cercanía con la que me permito celebrarlo.
En la víspera del anuncio de la coronación canónica de la imagen de María Santísima, y en medio de esos silencios cómplices pero hartamente elocuentes, yo le pedí un par de fotos de la Virgen. No le dije para qué, pero con ellas ilustré la nota de prensa que, desde la Delegación Diocesana de Medios de Comunicación Social, emití sólo unas horas después, a la caída de la noche, el anuncio ya adelantado por los corazones deseosos de escuchar oficialmente la noticia.
Feliciano, generoso siempre, me regaló una tercera que me dedicó en el recuerdo de esa estrecha amistad que no necesita de encuentros a diario pero que tan cercana se siente siempre. Fotógrafo casi tan cabal como buen cristiano y cofrade es, el bueno de Feli tuvo un detalle que yo ahora comparto con vosotros. A Ella encomiendo, querido amigo, mis alegrías y mis penas. Dejadme sentirme uno de vosotros en este momento jubiloso. Os lo ruego. Lo necesito.
Spes et Mater Nostra, Nuestra Señora de la Esperanza Coronada. Ruega por nosotros tus hijos.
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