Me he topado de pronto con esta obra de José Cabello Ruiz. Y me he parado en ella sin saber bien porqué. Eso sí, me he detenido queriendo identificar algo que por un momento me ha costado dilucidar. Tan desocupado como reflexivo en estas vacaciones, la canícula llegó con vitola de puesta a punto personal este año. Y ello impone estar atento a los signos propuestos de modo inesperado. Es el caso. Y la cosa es jugar con las palabras como quien lo hace con el montón de las piezas de un puzzle. Hasta que encuentras que una junto a otra cobran sentido.
Es cierto que son las tres de la tarde. Y que en la calle hay 37º. En los albores del sesteo, no puede esperarse mucho más de mí. Y no deja de ser paradógico en quien, como yo, apenas conoce esa cabezada post almuerzo a lo largo de todo el año. Pero reconozco que si ello, el reencuentro con el sopor veraniego, ayuda a un ejercicio que es inconsciente en mi mente... no lo es menos que habrá ahora quien me diga, conociéndome, que me baje de esta melancolía que es para mí tan confortable tren al que subir en momentos... especiales.
También es cierto que soy andaluz. Y que más me valdría dejarme invadir por la luz mediterránea que tan bien convirtió los pinceles de Sorolla en aldabillas que abrieran las ventanas estivales de par en par. Y que tendría que arroparme, por demás, del rumor de voces en la orilla de esas chicas vestidas del blanco que el valenciano llevó al lienzo. Juguetonas como las olas del mar en nuestras playas de la provincia, la algarabía, el tinto de verano y el éxito musical de turno sonando desde la sombrilla vecina habrían de definir mejor mi tiempo de vacaciones.
Pues resulta que debe haber en mí un alma castellana, un etéreo pálpito que me coloca con más facilidad en la infinitud de un trigal a punto de ser recogido bajo el sol de justicia de agosto en el interior, ése ubicado a centenares de kilómetros de la playa más próxima. Seré 'gili'? Teniendo a la mano las calas de Roche y Conil o los arenales dorados de la Bahía y la costa noroeste... Pues tengo un chip que, aún estando en ellas... en nuestras playas, me coloca el celofán de un cierto hastío que, para mí, también es consustancial al estío.
Pero no sobrecogeros. No me miréis raro. Ni me llaméis cosas feas por ello. Dejad que el juntaletras se desahogue. Que siga buscando, aun en la soledad escogida o sobrevenida, las claves de un tiempo que es depurativo. Y lo es desde la más pura entelequia hasta lo más pragmático y directo. Acabo de cargarme (perdón, desagregar) a casi trescientos amigos de mi perfil de Facebook. Un ejemplo de aquello que la mirada a mi infinito 'trigal' emocional conduce. Los elegidos ni lo notarán. Seguro. Los demás seguís conmigo. Verdad?
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