domingo, 28 de diciembre de 2008

Regalo de Navidad


A quienes me acusan de cierto pesimismo dedico hoy estas líneas. A los hartos de quienes no hacemos sino poner dedos en llagas que no quieren ver. A todos los que, al fin, prefieren engañarse con la convicción de que «somos los mejores». Pero, sobre todo, a los que, reconociendo, como yo suelo, que hay demasiada baratija en nuestro corazón, elevan su esperanza en que, también en las cofradías, podemos aguardar un mundo mejor. A éstos últimos, especialmente, llegue mi mensaje de hoy.Quiero que mi bocina clame hoy las glorias de los cofrades generosos. Máxime si no faltan quienes -peores que yo, pues- ya ponen pegas a la entrega espléndida de una cofradía en favor de otra. En vísperas de Navidad llega como bonito cuento que habla de solidaridad sin remilgos.Érase una vez una hermandad que mandó a su paso a restaurar, misión heróica por el coste del proyecto pero admirable porque remozarán, para todos, una joya de nuestra Semana Santa. Pero la Sagrada Cena requería de un altar procesional que lo sustituyese en 2009.Al esfuerzo económico de la restauración sumaron los cofrades de San Marcos la renuncia expresa de que esa salida contase con el apostolado que caracteriza al misterio. Ya tenían bastante con encontrar un paso en el que sacar, al menos, al Señor. De hecho ya hubo otra que rechazó la cesión del suyo.Pero esta semana apareció otra que dio el paso de una cesión que asumiría su junta convencida de que hacía lo que debía. Los cofrades del Santo Crucifijo hacen, con ello, un regalo de Navidad que huele a final feliz de cuento de Dickens: no tienen su paso mucho mejor que aquél al que sustituyen, pero han demostrado no arredrarse por ello.Así se escribieron siempre las grandezas de nuestras cofradías a lo largo de la historia. A ver si cunde el ejemplo.
(La Voz, 21/12/2008)

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