domingo, 28 de diciembre de 2008

Descenso al canasto


Tras conversación, esta semana, con Paco Bazán se completa la convicción que venía observando de un tiempo a esta parte de que las cofradías cada vez lo hacen mejor. Y aunque no soy amigo de campanas al vuelo de autocomplacencias ligeras de reflexión lo cierto es que me gusta, además, que nuestro patrimonio caiga en manos tan diestras en la recuperación como las del querido cofrade y restaurador. Hace ya tiempo que venimos contemplando espléndidas restauraciones de imágenes que dejan muy atrás aquellos insidiosos clavos en brazos y piernas, la clara de huevo frotada sobre encarnaduras víctimas de la osadía del mayordomo, las maltratadas policromías cuajadas de esos viles repintes que gente como Bazán levantan con verdadero primor... Hace tiempo, menos mal, que cristos y dolorosas dejan de pasar los modernos calvarios del disparate restaurador.El Cristo en su día, la Esperanza de la Yedra más recientemente, Defensión, Flagelación, Remedios... Casi todo lo abordado en la última década tiene ya un aire mucho más profesional, menos bienintencionado y maltraído y más fundamentado en conocimientos específicos aplicados en estudios profundos, primero, y en actuaciones dotadas científica y artísticamente, despues. Y esto comienza a ser una alegría aunque tras repasar estas restauraciones una a una no faltara alguna pega.Pero estoy de acuerdo con Bazán en que la actuación sobre este paso de la Sagrada Cena viene a marcar otro punto y aparte. Similar o no al que hace unos años comenzó a dignificar a las imágenes por el esfuerzo restaurador de nuestras hermandades con resultados más acordes devocional y artísticamente, comenzar a hacer las cosas así tambien en los pasos es hacer descender al canasto cuanto de bueno se ha experimentado en el mundo de las imágenes. Y eso es una bendición.Queda mucho por hacer en este terreno y muchos joyas por cuidar. Y quedan empeños sustitutorios, por ejemplo, que, a “caballo grande anda o no ande”, siguen estirando el despropósito desmesuradamente. Quedan muchos pasos en el recuerdo como aquél extraordinario perdido ya para la ciudad y sobre el que tantos descubrimos el Calvario del Amor en su día. Hay que seguir trabajando pero este esfuerzo de los cofrades de la Sagrada Cena les recompensará con el seguro reconocimiento de quienes nos descubrimos ante las cosas bien hechas.
(La Voz, 16/11/2008)

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