domingo, 28 de diciembre de 2008

Encontré a mi madre


No parece que hoy sea el mejor día para reconocer lo que me propongo. Pero me atreveré con el debido respeto a todos: nunca ha sido la Virgen del Valle una imagen que me atrayera poderosamente. Quizá el peso específico del Cristo de la Expiración fuera determinante para que María Santísima me pasara siempre más inadvertida en la popular cofradía de San Telmo. Quizá.Y he de reconocer que alguna vez dije que costaba trabajo hacerse a la idea de que una hermandad en la que la imagen de Cristo tenía tal devoción que la hiciera merecedora de la Medalla de Oro de la Ciudad difícilmente podía contar con una dolorosa coronable. Mal día hoy para reconocerlo, ¿verdad? Pero lo asumiré. Qué le voy a hacer. Y, con todo, el respeto por el anhelo de la gente de San Telmo no pudo tampoco ser más grande por mi parte.Vestida por Fernando Barea comencé a descubrirla. Lo reconozco. Era mucho más que apreciarla en esas trazas tan del gusto actual y con las que, unas imágenes más y otras menos, todas cobran una estampa distinta, particularmente sugerente. Pero al ver a la Virgen del Valle tras pasar por sus manos geniales el resultado comenzaba a arrastrarme más allá del logro puramente estético.Hoy confirmo que he descubierto a la Mujer, a la Madre, a la Señora, a la Reina. Y los traslados del pasado fin de semana me ayudaron a construir una nueva actitud, más traspasada por las sugerentes trazas que cada vez le encuentro en mayor medida. La vi aparecer por Antona de Dios y no pude evitar, el pasado sábado, abandonar el centro de la plaza de San Andrés para cruzar entre el público ante Ella.Pedí sitio bajo las andas y horquilla a mi diestra y, desde ese momento, ya no ha sido posible que me la quite de la mente. Y ello es tan verdad como la que se ha convertido en reconocimiento inicial de esta extraña columna nacida desde una experiencia real. Aquella noche hubo conversación con Ella en la puerta de Santo Domingo y ya, coronada o no, no hay otra: tengo una Madre en San Telmo.Pero es que, además, la tenemos ya coronada. Y ello es signo de nuestro amor y causa de mayor alegría aún que la que, durante estos días, me ha proporcionado el encuentro de esta Madre que me está dando mucho consuelo.
(La Voz, 02/11/2008)

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