sábado, 11 de mayo de 2013

La Feria del Caballo se adentra en sus días grandes con más gozos que sombras (Viernes de Feria)

El ambiente crece en el González Hontoria a medida que avanzan las jornadas.
El común de los mortales busca acontecimientos que nos contagien la alegría. Por eso la muchedumbre toma ya cada vez de forma masiva la Feria del Caballo. La proximidad del fin de semana puso ayer de manifiesto que los frenos laborales van encontrando pausas liberadoras y, por ello, pronto quedaron en entredicho las valoraciones que, desde el porche de la caseta, comenzaban a estimar que parecían mayores los gentíos ofrecidos por el González Hontoria en las primeras jornadas del acontecimiento. Desmontado a las primeras de cambio, todo confirmaba que, en efecto, era ya viernes.

Entre feriantes tan cabales como el abogado, profesor de la Universidad de Cádiz, multipregonero y analista sagaz de la realidad jerezana Enrique Víctor de Mora y Quirós, que reposaba junto a la familias las cargas sociales de tal abanico de méritos, las composiciones de lugar que la observación de los paseos a la hora del almuerzo generaban. “Mira, Mario Conde!”, dijo alguien cerca y allá que fue nuestro interlocutor a compartir unos instantes de interesante palabrería festiva. Nada que a su vuelta no enriqueciera aún más el vaticinio de una feria que volvía a atraer de modo singular.

La retranca del conocido graduado social Juan José Álvarez, también con su familia, o del periodista Álvaro Ojeda, con su repertorio de chanzas puestos al alcance de la tertulia, concitaron asimismo los mejores presagios de un rato de feria consagrado lo mismo a los sesudos análisis que, las más de las veces, a las veleidades sensitivas que procuran siempre los gozos de la convocatoria de estas fechas. “Vaya mes de mayo!”, suspiraban algunos adalides de las verdades del barquero compartidas entre cerveza y rebujito, que es demasiado el calor.

La Feria del Caballo de cesa de ofrecer momentos para el recuerdo. Y esas horas lo son especialmente para un disfrute de incomparable invitación a la comunicación más locuaz. Con quien sea, aun sin aparentes centros de interés comunes. Especialmente cómoda cuando, con copas de por medio, uno se acerca, por ejemplo, a mandos militares, a hombres ante los que, en condiciones normales, casi nos cuadraríamos sin pertenecer a cuerpo alguno que no sea el que se nos va cansando poco a poco con el paso de los días de feria.

Ricardo Hernández y Antonio Piñero, comandante de la Flotilla de Aeronaves de la Base de Rota y comandante del buque Juan Carlos I respectivamente, son un buen ejemplo. Son normales. Pues claro. Y en familia también, tan capaces de disfrutar sin levantar sospechas sobre las responsabilidades que en términos de defensa tienen a su cargo. Gente maja que deja la Villa y su espacio militar para venir a pasar calor al González Hontoria. En el parque todo invita, sin embargo, a ansiar un reparador bañito en las vecinas playas. Pero algo tiene la feria que atrapa de este modo.

Entre todas sus sugerencias, las casetas vuelven a erigirse en uno de los referentes más importantes. Por su comodidad interior y las lisonjas gastronómicas que compartimos. Bombones de fino y de Pedro Ximénez por ejemplo. Búsquense en Los Cabales. Pero también por el extraordinario trabajo en sus fachadas premiado por el Ayuntamiento con su anual concurso que ayer entregó los galardones a los designados: González Byass, La Piquera y La Crujía en los más importantes y Harvey, Los Pollitos y La Enjalma en los accesits.

Avanzan los días de feria entre gozos y sombras, pocas estas últimas. Medio millar de atenciones del puesto de la Cruz Roja han ido subsanando heridas leves, dolores de distinto tipo, intoxicaciones etílicas, un caso de disnea y diversos de malestar general, vómitos o crisis de ansiedad. Nada nuevo bajo el sol. La atención más grave, se produjo en uno de los concursos ecuestres, en el recinto Ifeca, cuando un caballo propinó una patada en el pecho a hombre de 47 años, que quedó inconsciente y tuvo que ser trasladado al hospital de Jerez por una posible fractura de la que va mejorando.

El sábado nos lleva irremisiblemente al Depósito de Sementales. Su vistoso pabellón regio acoge este mediodía la entrega del Caballo de Oro a Sebastián Zambrano Sánchez, espléndido y sencillo ejemplo de esas manos jerezanas que supieron domar animales para la monta como enseñar a quienes, desde edades tan tempranas, iniciaron el camino que los convirtió en reputados jinetes o amazonas. Merecido premio que reconoce que más allá de los grandes apellidos también hay vida fecunda por y para el animal que da nombre a la Feria. La prestigiosa estatuilla está muy bien concedida.

“Su dilatada trayectoria y su estrecha relación con el mundo ecuestre le hacen merecedor de este galardón”, dice Antonio Real. El delegado de Turismo, Cultura y Fiestas apunta que “a él debemos el que haya exportado el nombre de Jerez por toda España y por el extranjero”, y lo reconoce mientras camina por el paseo de Lola Flores revisándolo todo con su inseparable Antonio Montero, concejal del Plan Especial de Eventos Culturales y Festivos. “Será un acto muy emotivo porque le llega en plena madurez”, explica cuando alcanzamos el fin de semana y la muchedumbre toma el Real.

(La Voz, 11-05-13)

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