Ibrahim Elilo, imán de la mezquita de Jerez |
La conferencia del mediodía del viernes, tras el segundo rezo del día, ha permitido a Ibrahim Elilo invocar a Alá en demanda de ayuda ante la situación que vive Siria. «La cosa está muy mala en ese país, en Libia, en Yemen...», dice el imán sin el menor interés de mezclar la política con la fe. «Pedimos a nuestro dios que ayude a esta gente y que pare la guerra», explica recordando los países que viven Ramadán disfrutando de una tregua en su conflicto y cuáles no.
Elilo aclara, sin embargo, que «solo rezamos, no ayudamos a esta gente con armas ni con dinero». Va más allá al invitar a quien, sin profesar la fe de Mahoma, quiera sumarse ante las causas bélicas que azotan los países árabes. Se esfuerza en dejar sentado que el ejercicio religioso que les mueve tan especialmente en su tiempo santo no es proclive a la politización. Por eso prefiere recordar la hambruna de Somalia: «No comer y no beber nos hace sentir las carencias de esa gente».
Khalid Ftouhi, por su parte, es más rotundo aún: «A nosotros nos preocupa más España, que es nuestro país también», dice quien ha presidido durante tres años la comunidad islámica de Jaén. «Ramadán es un mes sagrado para nosotros y hay una preocupación general de los musulmanes por todo lo que está pasando en cada país pero cada uno tiene su política, su gobernante, su historia, su geografía, su característica personal... No es igual lo que está pasando en Egipto que lo que pasa en Túnez», dice.
Jerez cuenta con ocho centros musulmanes que atienden a una población de unos 800 seguidores de la fe islámica. «No todos vienen a la mezquita a rezar», recuerda Elilo, satisfecho con que la mitad acuda a estas instalaciones de Puertas del Sur en las que cinco veces al día (alba, mediodía, media tarde, puesta del sol y caída de la noche) los hombres (en mezquitas de mayor capacidad las mujeres tienen un sitio específico) cumplen con unas prácticas a las que se sienten obligados.
«En Marruecos la Policía lleva a la cárcel a quien incumple públicamente el Ramadán, pero aquí los musulmanes pueden hacer su vida», dice el imán refiriendo que la obligación puede llevarse en el fuero interno. A cambio, aquí no pueden evitar ver restaurantes llenos o gente fumando (el tabaco es parte del ayuno que han de cumplir durante el día). «Aquí es más duro», lamenta.
La asignatura pendiente de una integración con avances lentos
Sentado discretamente en el suelo de la mezquita, junto a unos pocos fieles que no han querido abandonarla tras el rezo de la media tarde, Khalid Ftouhi lee y reza mientras otros pasan las cuentas del sibha que, parecido al rosario cristiano, mueve a la salmodia de unos versos repetidamente sugerentes. Le cuesta romper el clima de oración del lugar pero, desde su experiencia como presidente de la comunidad islámica de Jaén, habla con naturalidad de la integración en los ambientes de una ciudad occidental como Jerez.
«La vida del musulmán es una lucha por la integración y también por limpiar la imagen del Islam tras los muchos roces históricos», explica. Unos 4.000 seguidores de Mahoma fueron presididos por Ftouhi en toda la provincia jiennense y, consecuentemente, algo sabe de ello. «Organizamos actividades, participamos en diversas reuniones con ayuntamientos, la Diputación, Extranjería y cuantos se preocupan por el entorno de los musulmanes», añade acordándose muy especialmente del papel que cumplen con los recién llegados: «Los jóvenes pierden la referencia cuando llegan a España y la comunidad islámica se convierte en esa referencia a la hora de darle una integración positiva».(La Voz, 08-Agosto-2011)
Otra cosa es que se atreva a la comparación con la situación en Jerez: «El trabajo por la integración se nota, aunque es pronto para que yo pueda analizarlo, pero la prueba de que se avanza es que vosotros estáis aquí», apunta recordando que «la mezquita está en un lugar en el que viven muchos ciudadanos españoles, y no hay problemas».
No hay comentarios:
Publicar un comentario