lunes, 8 de agosto de 2011

Las ratas campan en el parque de La Plata

Foto de Javier Fergo
Dieciséis años después de la conversión en ese pequeño paraíso del esparcimiento que nació sobre los 19.233,67 metros cuadrados del solar que dejaron las vetustas casas derruidas de la plata Vieja, como la siguen recordando los mayores del lugar, el abandono reina en el verdadero pulmón de una de las zonas más habitadas del casco urbano. Las ratas son el signo más visible del estado de deterioro que sufre el parque de la Plata, pero tampoco falta la falta de mantenimiento del rico arbolado del que se dotó al espacio o la hedionda nata que cubre la lámina líquida del que en otro momento fue sugerente estanque central.
«Yo creo que si aquí vienen, toman una muestra de agua y la analizan terminan cerrando el parque», dice Antonio Conde. El coordinador de IPJ es además vecino de una de las barriadas próximas, Las Torres. Junto a las de La Plata, Icovesa, Perpetuo Socorro, El Carmen, Santa Ana, San Benito, Sagrada Familia o La Coronación, da nombre a un lugar del norte de Jerez que tiene en este parque su referencia recreativa. Se encuentra, en cualquier caso, agujereada por los roedores que también decidieron disfrutar de los alcornoques, quejigos, acebuches, agracejos, brachichitos, tipuanas, moreras papeleras, pinos carrascos casuarinas y palmeras washingtonia que lo pueblan.
La falta de poda de las palmas que sobran, y que cuelgan desde la copa, con pocas aspiraciones vitales y muchas de cobijo agradecido por las ratas, convierten a estas últimas en protagonistas de la atención de los vecinos. Aún se alarman más cuando, haciendo descender su mirada por el tronco hacia el suelo, encuentran los boquetes que señalan madrigueras por doquier. Además, «las palmeras no tienen el anillo de protección para que las ratas no puedan subir, y las palmeras están infectaditas de estos bichos». No son los únicos, sin embargo, de los que se quejan: «Los vigilantes medioambientales no vienen y no podemos hacer mucho contra los excrementos de perros», añaden.
«Hasta unos chavales que iban a sacar un paso vinieron e, impunemente, cortaron un olivo que al final ni utilizaron». Al perro flaco todo se le vuelven pulgas y si, para aquellos otros, piden un espacio específico al que los dueños puedan llevarlos para hacer sus necesidades, la situación general alarga por momentos los detalles de semejante situación. Hay bolsas sobre el agua y fuera de ella «aunque la basura suelen recogerla a diario», la movilidad de un puente de madera que da miedo cruzar «pero que muchos niños ocupan con riesgo de caída al lago» y los juegos del parque infantil «con peligro para los críos que se divierten en ellos».
«El Ayuntamiento tiene inspectores para este tipo de cuestiones y, en este caso, la insalubridad del propio lago puede provocar una infección en los niños», se quejan los vecinos comprensivos con los recién llegados al gobierno municipal pero poco dados a seguir aguantando mucho tiempo tal deterioro.
(La Voz, 08-Agosto-2011)

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