Se me parte el alma, verdaderamente, por esas criaturas africanas que apenas si podrán situar tres ciudades españolas en el mapa y que, sin embargo, convencidas por los augurios, se revistieron del rojo de la pasión. Pero ahora lo es de la sangre derramada por el orgullo herido. Con su piel oscura y su ánimo encendido, decidieron que, esta tarde de junio, iban con España desde las gradas del estadio de Durban, en Sudáfrica.
¿Y los españoles? Que nos vayan dando, con perdón. Aún no nos hemos enterado de que lo nuestro es la pérdida de Cuba y Filipinas plasmada en esa Generación del 98 tan melancólica y fatalista. O el liderazgo económico que un día pudimos tener y que ahora nos presenta en el culo de Europa. O el Mundial de Fútbol, que a ello voy. Habíamos decidido que íbamos a ganar este año. Pero ha llegado Suiza y nos... Bueno, eso.
Ay, Señor, y ahora que el 'panem' se pone difícil pero teníamos el 'circenses' a la mano... ¿qué haremos sin la ilusión de que la selección nos iba a resarcir de tanta pena? Igual, a lo sumo, quedamos segundos de grupo, nos cruzamos el 28 de junio con Brasil, que pese a sus dificultades con Corea del Norte terminará haciendo notar su poderío eterno, y no sólo no sobrepasamos el escollo de Cuartos sino que, a lo peor, ni llegamos.
También esto es España: un día tenemos la Armada Invencible y al siguiente llegan unos ingleses cualesquiera y... menos lobos, Caperucita! Lo de siempre. O, y se lo escucho a un vejete, "como toda la vida de Dios". Pues eso.
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