Esta mañana cogí la moto y a Tere, no necesariamente en ese orden, y me asomé a Rota. El invierno lluvioso, el trabajo interminable, la imposibilidad de desconectar o qué sé yo me habían impedido reencontrarme antes con un sitio que me encanta y que, tras las vacaciones del año pasado, no había vuelto a pisar. Más regusto, pues.
Mi mujer, mi compañera de camino, la madre de mis hijos, se merecía gesto tan espontáneo, sin más preguntas, nada de preparativos. Los niños en su último día en el colegio aún, gasolina suficiente en el depósito de mi 'dos ruedas', una toalla en la guantera de la moto, el primer bañador que reaparece y... ¡a soltarse! Sin más.
Brisa en la cara, sol en los brazos, autovía en día laborable, carretera entre las viñas de Galán, Puerto I, Puerto II, Puerto III y el cruce. De bruces ya con la Base, la fragancia marina, en un quiero y no puedo contra el Poniente, apunta sin dar. Pero presagia cosas buenas. Y ya adelanta regustos a calabaza, urta y arranque. Genial.
El resto es fácil. Calle Calvario y a El Rompidillo. El paseo, por la arena de la playa o por el callejero más genuino de la imaginaria Rota intramuros, es tan agradable... Es el primer día de calor veraniega. Así nos los parece. Y cruzar el Mercado de Abastos, aquél promovido por el recordado alcalde Ruiz-Mateos Camacho, alivia.
Entre la Torre de la Merced y el muelle de la plaza, lo más granado de la huerta roteña y de los bancos pesqueros de la Costa de la Luz. Y a la salida, el puerto a la izquierda y, por la Puerta de Jerez, al corazón de la antigua Rabita Ruta árabe reconquistada desde el Castillo de Luna y cristianizada desde la Parroquia de la O.
La piedra desnuda, el crucificado tardo-gótico, el Nazareno, la Merced, el compás abierto al cielo de la Villa nos reciben regalándonos cinco minutos antes de su cierre. Ya nos acogería el castellano Ayuntamiento, el de los claustros de cerámico friso original. El castillo municipal y también el bar de enfrente.
Sombrita bajo el único árbol de la terraza, cervecita fresca, pimientos asados, albóndigas de choco y helado en La Costilla. Para qué más. La calor aprieta ya. La moto nos aguarda. Y los niños nos esperan. Más brisa, más kilómetros, más gusto en lo espontáneo, más confianza en el momento.
Aunque éste sea fugaz. Que nos quiten lo 'bailao', Tere.
Hola Gaby. He creado un grupo en facebook llamado "Quiero que nombren Papa al párroco de Santa Ana". Por supuesto estáis invitados tú y tus lectores. Lo explico en http://elblogdepepebouza.blogspot.com/2010/06/el-parroco-de-santa-ana-mi-heroe.html
ResponderEliminarLa vida es eso amigo mío... rodearse de cosas buenas que le hagan a uno feliz. El verano siempre es época de ilusión y de exprimir horas haciendo lo que no se puede hacer el resto del año, también para descansar.
ResponderEliminarYo por ejemplo estrenaré coche y nueva letra en mi cuenta corriente.
Pero... que nos quiten lo "bailao"...