Rezar no es malo. Ni aun cuando se sea tan miserablemente descreído que, por puro sectarismo, uno legisle pisoteando convicciones que no son, mal que les pese, de una minoría. El fundamento de la fe contra la que arremeten no es, ni siquiera, de ese grupo al que, con o sin sotanas, Zapatero parezca atribuir lo más decadente de la sociedad española. Él sabrá que hace. Mientras tanto, es bueno que vaya a rezar con Obama para, por la vía de tan vergonzante arrastramiento, evidenciar ese cúmulo de incoherencias que, ojalá, todos contemplen ahora sin vendas en los ojos. Quizá el Espíritu Santo acuda a sus plegarias, por vanas que sean las jaculatorias que formule, y nos ayude a todos convenciéndole de que en casita está mejor que en La Moncloa.
El ejemplo que nos dan, desde Estados Unidos, es digno de ser tenido en cuenta: se puede ser demócrata y tan multicultural como semejante nación y no abominar de actitudes religiosas. El presidente norteamericano toma el testigo de una vieja tradición y, aunque no termine yo de entender eso de 'desayuno de oración', lo cierto es que resulta tan milagrosa experiencia que ya ha conseguido hoy que ZP se siente a rezar. Curiosa iniciativa nacida en 1954 y que, en plena crisis mundial, servirá para elevar todas las oraciones por la salida más rápida posible de esta situación. Aunque sea un tal Rodríguez Zapatero el que adopte la pose piadosa, aunque adora más al lider estadounidense que a Aquél a quien han de dirigirse todos los rezos.
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