Este mediodía hemos descubierto el resultado de la restauración del paso de la Sagrada Cena. No cabían muchas dudas al respecto habiéndose puesto en las manos de Paco Bazán y Paco Brenes pero, como ocurre siempre en estas ocasiones, uno se predispone a verse sorprendido. Y ello es lo que hemos hecho cuantos acudimos hoy a la Bodega Los Apóstoles, de González Byass.
La reciedumbre estructural que estrenaba asomaba a través de los brillos recuperados, eso sí, sólo y exclusivamente desde el punto de mayor refulgencia que restaba a este viejo altar procesional que conociera Sevilla con El Cachorro en su monte. Es más, el reluciente dorado no descompone el recuerdo que quedó cuando hace más de un año el paso desapareció de la vista para estos trabajos.
Y hoy era el día de las corbatas en su honor y de las presencias de autoridades que no habrán apoyado económicamente pero tuvieron espacio para hablar de ello y de los agradecimientos sentidos y de los sentimientos gratificantes de cuantos sueñan ya con el próximo Lunes Santo y de los amigos de patrimonio recuperado y, también, de los que se suman a todo sarao que se tercie.
A los que, verdaderamente, pueden firmar el logro sin sonrojarse llegue mi mayor admiración. Como ellos, los protagonistas ciertos, saben quienes son y yo también sé los nombres y apellidos de quienes se batieron el cobre para conseguirlo no cabe mayor esplicitación. La verdad sólo tiene un nombre. Por cierto, no había mejor sitio para presentarlo. Enhorabuena.
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