sábado, 2 de mayo de 2015

Con manos de gañán de punta

Rafael Flores García publicó (Jerez, 2012) un interesante libro que, a fuerza de narrar la vida de alguien de quien supo vida y milagros casi de modo casual, hizo un gran servicio recreando uno de esos viejos oficios que afortunadamente desaparecieron. 'Joselito, el gañán de punta' alumbraba existencias generadoras de un esfuerzo que deshumaniza.

Desde entonces sospecho manos de gañán de punta, aun desde la admiración por aquel jornalero, en todo aquél que no muestra más habilidades que las del alarde físico. Agarrar el arado para gestar el trazo maestro que luego permitiera las mil paralelas necesarias en un terreno a cultivar tenía su mérito pero no fue hasta que se puso cabeza en ello que los métodos mejoraron.

Hace unos días me topé con uno de esos personajes que me hacen desvirtuar lamentablemente la nobleza de quienes ejercieron esa labor. El individuo en cuestión, falto de soltura en la palabra y no necesariamente por precaria formación, se esforzaba por meterme sus manazas en la cara. Era una suerte de danza intimidatoria en la que la fuerza expresiva de las extremidades se desmadraba.

Cuando hace tres años pude hablar con el autor del libro me sedujo el personaje. Cuánto hubiera dado por conocer a Joselito! Seguro que su trato conmigo hubiera sido otro. Aunque a él le hubiera consentido ciertas ligerezas. Eso creo. Pero a éste otro de gesto amenazante no se me ocurrió más que esbozar una cínica sonrisa para su desesperación.

Pasados unos días, ya ves querido amigo, yo también comienzo a utilizar mis manos. A diferencia de las tuyas, las aplico a encontrar en el teclado de mi ordenador una respuesta basada en las ideas ordenadas y puestas por escrito. Tus métodos hace tiempo que quedaron desfasados, aunque a veces basta mirar los conflictos del mundo para comprobar que aún queda gente como tú.

Si aquellas manazas se hubieran acompañado del rictus adusto y noble de la buena gente del campo otro gallo hubiera cantado a mi interlocutor. Por ello voy a aconsejarle que lea la obra de Flores García. Quizá así comprenda que tener esos manojos de dedos serían un interesante plus si no fueran inversamente proporcionales a otros valores fundamentales que no sé si tiene a su alcance.

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