Carnestolendas habemus. Aunque no soy muy de la fiesta en la que penetramos con la desvergonzada actitud de quienes se aplican a la fina ironía y las letrillas bien traidas, por no subrayar la calidad musical que se despliega con tal motivo por estas fechas o el desahogo para las necesidades desdobladoras de personalidad que se genere por la vía del disfraz. El que fuere.
Y, mientras Cádiz se come pestiños, erizos y ostiones en el exquisito cumplimiento de los deberes gastronómicos que la tradición dicta, en Jerez se comen el marrón de un anuncio de la comisión del Carnaval de no participar en organización alguna. No sé si habrá pues cita precuaresmal en la ciudad del vino o ello desinfla lo poco que la capital del Marco se venía aplicando en ello.
Las dos cosas me parecen bien. Si el ADN del gaditano trenza coplas, cuples y pasodobles al albur del descaro infinito del aire liberal que hicieron arribar los vientos que mecieron las torres miradores a lo largo de la historia... el espíritu del jerezano, con derecho también en la cuna vinatera a que nazcan a centenares los amigos de chirigotas, coros y comparsas, va por otros derroteros.
Lo cierto es que, a cuarenta kilómetros del mejor Carnaval posible, parece tonto hacer según qué esfuerzos cuando la hospitalidad gaditana les aguarda. Del mismo modo que tampoco se entiende esfuerzo alguno en reproducir en la Tacita de Plata una feria coetánea a la del González Hontoria. Zona metropolitana somos y las fiestas no han de verse ajenas al sentido que ello conlleva.
Así que... ea, ahí va...
Los Hombres Del Mar – Tiene Esta Tierra un Barquito
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