miércoles, 8 de enero de 2014

Prohibir a Dios, una tentación de ayer y de hoy

Los dos seminaristas argentinos han llegado a Roma ansiosos por testificar sobre los hechos vividos en Barbastro el pasado agosto (1936), por verbalizar la experiencia de más calado que ha marcado sus vidas. Lo que su nacionalidad consiguió para ellos (permanecer con vida tras el indulto de los anarquistas) les hace testigos de excepción de los detalles que custodiaron los claretianos para que los compañeros mártires pudieran ser beatificados en 1992 por Juan Pablo II. 

Han pasado dos horas y aún prosiguen sobre la pantalla de la Sala Compañía postreras escenas del lugar de último fusilamiento, una gafas sobre el áspero terruño oscense, unas sogas ensangrentadas y un puñado de recuerdos estremecedores de aquella guerra que Unamuno llamara 'incivil'. Títulos de crédito, una sala que se enciende de nuevo, unos aplausos con trazas de ovación y las ganas de repetir en voz alta el grito de uno de ellos (Esteban Cadaval) en el momento supremo de la muerte.

Jerez ha asistido al estreno en la ciudad de la película 'Un Dios prohibido'. Y la experiencia de cuatro días increíbles me permiten ahora reunir las reacciones de adolescentes, adultos y mayores impulsados por un ejemplo que no consiste sino en soñar vidas eternamente cargadas de esa verdadera memoria histórica que fundamentalmente evoca que la prohibición de las convicciones es algo desdeñable que no sostiene presentes que de verdad puedan ser considerados progresistas.

Hasta el viernes aún restan sesiones que proyectar bajo el impulso de quienes desde el Obispado jerezano no buscan más que subrayar el ejemplo de los mártires del siglo XX como modelo ante un mundo actual en el que, frente a otras intenciones, no cabe más que la esperanza en una realidad mejor. Por eso también me sumo a las reflexiones del enlace antifascista Eugenio Sopena que con su testimonio también ayudó a poner en pie la historia de aquel desatino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario