La voz chillona de Repetto ha sido eficaz envoltorio del llamamiento al silencio (interior, claro) al que la recién comenzada Cuaresma invita. Y lo ha sido de tal modo que, si me echabais de menos desde mi blog, me ha devuelto a la necesidad de escribir algo más que la información sobre el Gürtel y demás zarandajas cotidianas en Cope o las notas de prensa de la Delegación de MCS.
Acabo de llegar de San Dionisio. Ha sido una escapada desde la radio a la búsqueda de un ansioso encuentro con ese 'yo interior' al que el tiempo litúrgico recién comenzado me ha empujado con la intención de que no pierda la ocasión de ponerme en camino haciendo el vacío en tan impresionantemente lleno de ruido laboral que mi día a día me impone.
Y he llegado con la ceniza en la frente. Comienza a caer, por cierto, sobre el teclado. Es sólo eso, ramas de olivo quemado y convertido en un signo. Solo un signo. Cuando llegue la Pascua descubriré si he conseguido darle sentido al manchón gris que tengo ahora en la frente. Algo haré, lo prometo, para que los cuarenta días que tengo por delante sirvan para algo en mi vida.
Lo cierto es que hay vidas, y la mía es un ejemplo, convertidas de enero a diciembre en puro cruce del desierto. "La santa crisis me tiene siempre en Cuaresma", he dicho esta tarde a dos personas que me han demostrado no enterarse del todo de mi mensaje. A veces tiene uno delante de sí todas las explicaciones, los porqués de mis reacciones por ejemplo, y les puede la etiqueta fácil.
Sea ésa, entre otras, la cruz que abrace en este Miércoles de Ceniza próximo a concluir. Sea el silencio y la humildad (Repetto dixit) lo que nos presida más allá de la postura demostradora y farisea que a veces nos permitimos para señalarnos como avezados 'cuaresmistas'. "Polvo eres y al polvo has de regresar", me ha dicho el celebrante. "Sea lo que Dios quiera", he musitado piadoso.
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