En el bosque de la vida, la arboleda viene creciendo desordenada. O eso me parece a veces. Y eso no es malo. No en balde los elevados con orden y concierto quedan malparados con la consideración de verse como obra humana. Plantaciones programadas, calculadas, repensadas, calibradas, pautadas para que quede cercenado todo protagonismo para el individuo.
El Camino de Santiago da tantas veces para pensar en ello como esa masa arbórea, entre Caldas de Reis y Padrón, cerquita de la ribera del Umia, nos seduce más por adivinar a la Naturaleza dejando aquí y allá las semillas de la vida sin dictados rigurosamente preestablecidos. Y ello es lo que embarga el espíritu del peregrino. En la ruta jacobea y en la vida.
Retomo la escritura rescatando aquellas imágenes de nuestro pasado verano cuando hemos salido de unos comicios y ya estamos ante otros. Y lo hago cansado de aquellos que se empeñan en pregonar que viene el lobo cuando la diversidad del pensamiento democrático tuerce el morro por diestro y siniestro. Sí, en todos los puntos del espectro hay aspirantes a sentar cátedra.
Pero los árboles crecen buscando la luz allá por donde los otros van dejando hueco. O pugnando con el vecino por el mismo punto en la gran copa común que los colectiviza. Incluso no faltan los que se remangan todo esfuerzo para, sin más espíritu que el de sobrevivir, quedar bajo otros que imponen implacables su sombra. Pero si fuera una opción propia...
A veces se nos olvida que somos poco más que parte de ese bosque en el que la vida bulle. También a veces se nos olvida que, aun en medio de la masa verde, cada uno de sus miembros son individuos con opciones propias ante el mundo. Pese a las oportunidades de la socialización para provecho personal. Y, con todo, yo me voy a negar siempre a ser un árbol más. Salga el sol por donde salga!
El Camino de Santiago da tantas veces para pensar en ello como esa masa arbórea, entre Caldas de Reis y Padrón, cerquita de la ribera del Umia, nos seduce más por adivinar a la Naturaleza dejando aquí y allá las semillas de la vida sin dictados rigurosamente preestablecidos. Y ello es lo que embarga el espíritu del peregrino. En la ruta jacobea y en la vida.
Retomo la escritura rescatando aquellas imágenes de nuestro pasado verano cuando hemos salido de unos comicios y ya estamos ante otros. Y lo hago cansado de aquellos que se empeñan en pregonar que viene el lobo cuando la diversidad del pensamiento democrático tuerce el morro por diestro y siniestro. Sí, en todos los puntos del espectro hay aspirantes a sentar cátedra.
Pero los árboles crecen buscando la luz allá por donde los otros van dejando hueco. O pugnando con el vecino por el mismo punto en la gran copa común que los colectiviza. Incluso no faltan los que se remangan todo esfuerzo para, sin más espíritu que el de sobrevivir, quedar bajo otros que imponen implacables su sombra. Pero si fuera una opción propia...
A veces se nos olvida que somos poco más que parte de ese bosque en el que la vida bulle. También a veces se nos olvida que, aun en medio de la masa verde, cada uno de sus miembros son individuos con opciones propias ante el mundo. Pese a las oportunidades de la socialización para provecho personal. Y, con todo, yo me voy a negar siempre a ser un árbol más. Salga el sol por donde salga!
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