sábado, 15 de septiembre de 2018

Una playa en el Camino

El agua se sala en el Camino. La fuente del bosque antes de llegar a Redondela tiene unos efectos especialmente gozosos, como dejamos escrito, pero la de la salida desde la capital del choco en dirección hacia la Ría de Vigo tiene otros. Son menos comunes a los que reconocíamos hasta el momento en la experiencia jacobea, pero también muy satisfactorios. 

Cosas de salir a la ruta peregrina como verdadera esponja. El Camino Portugués del interior es conocido como aquél que roza las Rías Baixas pero no las muestra. Salvo que el caminante disponga de dos habilidades sustanciales: la capacidad de llegar el albergue de pernocta con tiempo suficiente y que la empatía con los lugareños le permita conocer la posibilidad.

En el centro de Redondela, una vez admirados dos viaductos ferroviarios con los que se salva el desnivel en un pueblo ubicado en plena olla entre montañas, tocan otros descubrimientos. Un trenecito, 'Chucuchoco' se llama para que se den la mano el onomatopeya del medio de locomoción y el producto del mar que caracteriza a la localidad, nos brinda el inesperado destino.

A cinco kilómetros está la Ensenada de San Simón, justo al fondo de la ría. A ella se asoma, desde la privilegiada atalaya en que se convierte el monte que la acoge, la parroquia de Cesantes. Sin salir del concello en el que finaliza la segunda jornada de camino damos con su playa. Y nos sorprende por su belleza. El caserío se desparrama desde la arboleda y el mar lo aguarda con dorada arena.

Avanzar en sus aguas es notar que otro bosque despliega vida bajo la superficie. La densidad de sus algas abraza las piernas de estos peregrinos que se atrevieron con el baño sin haberlo previsto en su mochila. Pero no obstó, aunque se asomaron al episodio ciertas miradas de soslayo, para que el Atlántico los recibiera y el baño se consumara como parte de la aventura jacobea.

A la derecha el pueblo y, en el barrido desde el punto que muestra la foto, el recorrido de cuanto emocionó a estos caminantes varados voluntariamente en las arenas de tan espectacular paraje gallego fue ofreciendo el fondo de la ensenada y más tarde, antes del puente de acceso a Vigo que cruza la ría a nuestra izquierda, las islas de San Simón y San Andrés.

Dispares de tamaño, pese a que las dos aparecen como poco más que coquetos navíos disfrutando de la quietud de las aguas, sendos trozitos de tierra abrazados por el mar se muestran, unidos por un pequeño puente, como guardianes de los secretos de una historia cuajada de viejos relatos que hablan los ocupantes de un monasterio, un orfanato y una cárcel.

Una edificación que en la lejanía pareciera un palacio sugerente fue, sin embargo, casa de acogida de unos u otros dependiendo del momento de la historia que consideremos. En la actualidad, San Simón es llamada 'Isla del Pensamiento' y, a ciencia cierta, su actividad cultural es, auditorio y biblioteca de por medio, motivo suficiente para una nueva imagen.

Playa de Cesantes, en la Ría de Vigo

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