(De mi segunda Exaltación en el Calvario, 26/febrero/2016)
Sutura
para curar las heridas del mundo se necesita y, en la esperanza que es mucho lo
que podemos y queremos hacer los unos por los otros, vivimos este Año de la
Misericordia convocado por el Papa Francisco, instruido por su exhortación
pastoral ‘Misericordiae Vultus’ y alentado en el corazón vivo de quienes
tenemos que aprovechar este jubileo a nuestro alcance.
Os
ruego me permitáis, por tanto, que ésta sea también la Exaltación de la
Misericordia de ese Dios encarnado en el Cristo Vivo que yace en la urna del
Santo Entierro. “La misericordia posee un valor que sobrepasa los confines de
la Iglesia”, dice en la bula el Santo Padre. Y añade, “ella nos relaciona con
el Judaísmo y el Islam, que la consideran uno de los atributos más
calificativos de Dios”.
Judaísmo,
Islam y Cristianismo, los tres grandes monoteísmos unidos en una facultad
urgente en medio del mundo. La misericordia del Señor nuestro Dios. Que nos una
aún más en medio de ese caldo de cultivo plagado de recelos que parecen no
infundados si nos atenemos a los hechos que la actualidad internacional que
nutre los informativos de todos los medios de comunicación señalan a diario.
“Este Año Jubilar vivido en la
misericordia pueda favorecer el encuentro con estas religiones y, con las otras
nobles tradiciones religiosas, nos haga más abiertos al diálogo para conocernos
y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje
cualquier forma de violencia y de discriminación”, dice el Papa Francisco en ‘Misericordiae
Vultus’.
Igual os parece un atrevimiento
traerlo a esta Exaltación del Calvario. Lo siento. Pero sólo si os lo parece
queda mayor constancia de la urgente necesidad de esta invitación del Papa
quien nos señala hacia María, la Madre de la Misericordia, la Madre de la
Piedad. Que la dulzura de su mirada nos
acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la
ternura de Dios…
En un rincón del alma
de aparente oscuridad,
siempre brilla la memoria
que reverdece la historia
de tu ternura, Piedad!
En un rincón del alma,
los luceros de la edad
alumbran la trayectoria
que es tan fiel
recordatoria
de una herencia de
verdad.
En un rincón del alma,
tu exquisitez maternal
es para mí de una euforia
que bajo palio es la gloria
de un Viernes Santo cabal.
En un rincón del alma,
siempre procesionarán
gratitudes laudatorias
que alimentan la victoria
de los que están y no
están.
En un rincón del alma,
los frailes alentarán
desde el pasillo del
cielo
la labor que con tal celo
mercedario era su afán.
En un rincón del alma
de aparente oscuridad,
siempre brilla la memoria
que reverdece la historia
de tu ternura, Piedad!!
Y en un rincón del alma
hay reyes que buscan ya
un Santo Entierro que
saben
seguido por esta Madre
que en silencio llorará.
Y sucesivas capillas
y la hermandad
asistencial
y los primeros empeños
y quienes pusieron sueños
a tus plantas, mi Piedad!
En un rincón del alma,
voz gastada y claridad
se suman con donosura
para sentir la estatura
de esta cofradía simpar.
Y tras Ponce de León
y Laureano de Pina,
el dieciocho te trajo
y fuiste de arriba abajo
quien mejor nos aglutina.
En un rincón del alma
de aparente oscuridad,
siempre brilla la memoria
que reverdece la historia
de tu ternura, Piedad!
Y tu ternura, Piedad,
exaltar yo quise ahora!
Misericordia atesora
porque invita a la
quimera
que mis versos
rememoran!!!
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