(De mi segunda Exaltación en el Calvario, 26/02/2016)
La
Cuaresma siembra ya, desde hace un par de semanas, conversión en nuestro
espíritu. Jerez despierta a los signos de esa pre primavera que siempre
constituye este tiempo litúrgico de preparación interior y exterior de cada
cual. Y quiero pensar que así se sienten todos en nuestra tierra, con la
calidad y cantidad de su fe o sencillamente sin ella.
Los
que celebraron el solsticio de invierno hace apenas un par de meses seguro que
comenzarán también a ser sensibles, al menos, a ese cambio de temperatura que
disfrutaremos pronto. Y que el calorcillo primero parece sugerirnos ése otro
del alma que entra en itinerario cuaresmal es un hecho. Tiempo de despertares
que nos hacen superar la crudeza del invierno.
Los
ensayos costaleros llenan las calles de parihuelas desde hace ya algunas
noches. Las casas de hermandad de aquellos que, aunque no tengan demasiado tiempo
para pasar por el lugar durante el año, buscan tiempo para dejarse caer y ser
vistos por los hermanos. Y los templos lo hacen de cultos que conducen a
esplendorosas funciones de instituto con sabor a vísperas ‘semanasanteras’.
Días
para reverdecer historias de nuestras cofradías son éstos en los que más que la
Historia con mayúsculas, ésa que alinea en los papeles tantas glorias para esta
querida Hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Piedad por ejemplo,
buscamos los pequeños relatos con aquellos episodios que nos construyeron como
nazarenos convencidos o costaleros eficaces.
No
hace falta aclarar que yo soy de los primeros y que, si Dios lo quiere, mis
Domingos de Ramos y mis Miércoles Santos seguirán siendo lo que son desde hace
tiempo. Pero también revestí mi túnica un Sábado Santo cuando el silencio del
aguardo de la Resurrección de Cristo era vivido desde el caleidoscopio
colorista de un cortejo multiforme que, ante la urna yo también contribuí a
alimentar.
Otro era el patio y sentía
en él la esencia que, al menos,
aquel Calvario de entonces,
el mismo que en otro tiempo,
fidelizaba aposturas
acariciando el silencio.
El cansancio emergía
redentor tras el esfuerzo
de cada cual en la suya
aunque todos enfilemos
penitencias tan distintas
que reunía el Santo Entierro.
Apenas hacía unas horas
que el Perdón de mis anhelos,
el de primeros ochenta
que viví con tanto celo,
completara su estación
tras mi Viernes Santo austero.
Pero mi túnica, lista
por ese esfuerzo madrero
que apenas sin darnos cuenta
hace milagros certeros,
volvía a estar preparada
y revestida de esmero.
Y La Atalaya asistía
a la salida de aquellos
dos penitentes sobríos,
hermanos de sangre y credo
que en Santa Ana sumaron
a otros cuatro nazarenos.
Regresaron a las calles
y avenidas en que hicieron
itinerarios sentidos
por Icovesa y sus medios
la tarde del día de antes,
el viernes de los luceros.
Camino ya del Calvario, van
de azul y no son cielo…
altos y no cipreses…
comitiva y no cortejo…
penitentes sin su cera…
portadores de sus sueños.
Estandarte e insignias
en sus manos van diciendo
que resulta excepcional
que porten los elementos
de la representación
que ostentarán por momentos.
Y en la Calle de la Sangre
ya también aparecieron
los celestes lasalianos,
morados del Nazareno,
aquellos del Mayor Dolor,
otros ‘albarizueleros’…
Candelaria, Santa Cena
y la Viga por supuesto
no faltaban a la cita
de los sábados que quiero
evocar como entrañable
eco desde mi recuerdo.
La Defensión y el Amor,
aquellas tan rojinegros
que San Mateo enviaba
frente al Zoo del león fiero,
Prendimiento, Flagelación
que lo llamaba yo al menos…
Todas esas hermandades
con sus guiones recuerdo,
a todos esos guiones
una mano lleva inhiesto,
cada mano una emoción,
cada una un nazareno…
Y unos ojos enmarcados
de rasos y terciopelos
cruzándome su mirada
diciéndome que su credo
es ese mismo que el mío
y que todos somos ellos…
¡Todos éramos vosotros!
¡Todos queríamos serlo!
¡Todos vivíamos la gloria
presumida en el sepelio
de ese Cristo al que honramos
en nuestros propios cortejos!
¡¡Hermanos de la Piedad,
duelo para el Santo Entierro!!
¡¡¡Penitentes generosos
que cubrieron sus regueros
y que vinimos aquí…
siendo vuestros nazarenos!!!
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