(De mi segunda Exaltación en el Calvario, 26/febrero/2016)
Invoco ahora, para seguir adelante, la compañía
del pintor del siglo XIX Jules Trayer. Permitidme la licencia de acudir a sus
pinceles decimonónicos, a ese estilo realista y minucioso generador de escenas
de género, familiares, de actividades de la vida diaria del norte de su Bretaña natal.
En su obra asoma un tema que me resulta apasionante por su cotidianeidad e
intimismo: las costureras.
Sentadas en esa postura sólo cómoda para los ojos
de quienes las miran… Como cubiertas por el filtro del tiempo que atempera los
colores y vela la estampa… Con tonos que consiguen ‘apenumbrar’ la estancia y
nos introducen eficaces en la intención del artista… Obras como ‘Muchacha
cosiendo’, ‘Mujer hilando’, ‘La lección de bordado’, ‘Escuela de bordados’,
‘Costureras’ y ‘Las costureras de Pont-Aven’…
Yo crecí en el Barrio Obrero, cerca de esta
capilla… viendo la imagen de mi tía Pepa, la abuela que el presentador no
conoció, cosiendo a diario en una silla de enea… bajo el pequeño porche de la
puerta de entrada de la casa… guarecida a su espalda por la persiana que le
otorgaba un metro cuadrado de curioso intimismo casi exterior… tan apartada de
los ambientes creados por Trayer en sus cuadros.
Algo así veo a las plantas de la Virgen de la
Piedad, en este camarín o cada Viernes Santo bajo ese palio imponente de las
hermanas Antúnez, cuando clavo mis pupilas en esas tres Marías que parecen la
inspiración de pintores y desde luego de este escribidor de ideas sueltas que a
veces, y sólo a veces, quizá atine a poner en orden a favor de un pensamiento
convertido en sentimiento en este momento.
Uno de esos cuadros de costureras muestra a una
niña sobre la mesa del obrador, observando curiosa y quizá atreviéndose sólo de
cuando en vez a preguntar algo. Como yo cuando, con pocos años, le veía a mi
tía Pepa agujas, hilos, botones, dedales… Recuerdo vagamente cómo me interesaba
por lo que hacía. Y preguntaba… y detectaba estados de ánimo… y muestras de
ternura para el crío curioso…
No estáis aquí pero os busco…
Os imagino en las manos
que recuperan la vida
del corazón tallado…
Estáis en restauración
y si nosotros lo estamos
dejaremos que nos zurzan
el roto en el que andamos.
Las Marías cosisquean
la mortaja del que amamos.
Que al volver a la capilla
sus agujas en las manos
den puntadas eficaces
contra aquello que abrazamos
cuando no somos nosotros…
cuando somos inhumanos…
cuando queremos la luna
que merecemos ufanos…
cuando en nuestro egoísmo
somos justo lo contrario
que se espera de nosotros…
Mucho mucho pregonamos
y poco es lo que a veces
de verdad nos entregamos.
Decidme, mis costureras,
si tiene arreglo este saldo.
Si soy digno del que muerto
da cumplimiento al encargo
de salvarnos de la pena
de nuestro ser limitado.
Decidme si tengo arreglo…
si merezco a mis hermanos!
Y no dejéis de coser,
no soltad lo que entretanto
es preciso terminar
junto a Piedad y su llanto.
Pero mirad de reojo
éste que ya sin descanso
quiere ser un traje nuevo
que estrenar como en los Ramos.
No os preocupéis por la duda
entre puntadas y cantos
de dolor que yo imagino
junto a la Madre del manto.
Usad hilo de algodón
para el daño ir curando.
Usad el hilo de seda
para que, esperanzado,…
siga buscando con ganas
al que, aun amortajado,
nunca será más que Vida
con mayúsculas que al brazo
pone brazalete negro…
y terciopelos… y rasos…
pero que el alma me enciende
hoy… aquí… a vuestro lado!!
hoy… aquí… a vuestro lado!!
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