Que octubre recomponga el arrebato que la persistencia de todo lo que huele a estío mantiene en aquello que llaman el veranillo de los membrillos. Estoy hasta el gorro, que llueva y nos abriguemos es lo que deseo. Y, de hecho, regresar al blog tras un nuevo paréntesis se me brinda como oportunidad con la que ejercer la normalidad por la vía de la palabra hecha bitácora.
Hago propósitos de mantenerme en la brecha de una comunicación que cada día propende más al intimismo de la reflexión personal que a la extroversión de opiniones categóricas. A medida que envejezco considero menos interesante mi opinión confrontada y más necesaria mi aportación por la vía de las sensaciones transmitidas con la riqueza que tenga a mi alcance.
Tengo 48 años y, de pronto, casi me siento llamado a compartir como lo haría el abuelo: enseñando sin proponérselo, sugiriendo más que exhortando, abundando en las experiencias vividas más allá de aquello que éstas me inviten a pontificar sobre presente tan crudo como el que venimos sufriendo. El 2013 viene peor, me dicen. Pues sea lo que Dios quiera.
Es la Semana de los Mayores y mayor me siento. Y, aunque ya quisiera yo tamaña sabiduría, me basta con sentir como siento. Bitácora más que nunca es pues lo que me planteo cada vez que la Palabra de Gaby! se eleve desde ahora. Que lo que diga, sin quitarme del sitio ante el toro de la controversia, más que ser discutible sea lo que es sin motivos para la respuesta ajena.
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