jueves, 11 de octubre de 2012

La Hispanidad


Si el concepto nació para intentar amalgamar instancias nacionales que ya no eran de soberanía española, todas aquellas nuevas patrias nacidas hace un par de siglos y en años posteriores allende el Atlántico, quizá se equivoca Cataluña no disfrutando de un día como el de mañana. La hispanidad como paraguas patrio que, seguramente demodé, alude más a influencia apenas cultural que a dominio no es algo que los más foribundos independentistas no puedan llegar a asumir.

Si es hispanidad todo aquello que aún queda en países tan diferentes del nuestro, amén de propietarios de su propio destino, como Argentina, Bolivia, Venezuela o Cuba (tan abiertamente antiespañolistas por otra parte), torpean los Mas aldeanos de aquel país cuando se posicionan sobre tarimas más inmovilistas que aquellas contra las que dicen movilizarse. Lo que queda es rémora, inercia o mera estela de una historia. Poco más que un acervo cuya presencia en la mochila colectiva es inamovible.

Alguien ha comparado estos tiempos que algún día afirmaremos con enjundia que llegamos a conocer con aquel 98 de la pérdida de Filipinas o Cuba, del Maine explosionado por quien fuera y de la generación de literatos que dieron gloria, aun desde la nostalgia y el fatalismo, a las letras españolas para siempre. También dieron reflexión sobre las cosas patrias. Y si levantaran la cabeza asentirían lamentando que su actitud de entonces estaba más que justificada. Que esto parece no tener remedio.

Hispanidad es, hoy por hoy, un conjunto de sensaciones que ya apenas nos colectivizan, un recuerdo del régimen que concluyó hace tantos años como duró, una bandera tan archiquemada aquí y allí como ondeada por nuestros deportistas de élite. Si no fuera por ellos lo que este viernes celebramos apenas si merecería mayor detenimiento. Y si lo hago ahora es más por la acción de aquellos que buscan, precisamente, destruir la nación por activa o por pasiva. Qué paradoja más grande.

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