sábado, 24 de marzo de 2018

Sujétame

Hay manos que empujan al vacío y otras que se apresuran a agarrar a quien zozobra. Manos que se elevan presumiendo méritos o que bajan sutiles a lugares más discretos. Unas que aplauden victoriosas y otras que apenas pueden tapar ojos llenos de lágrimas.

La misma Virgen enseña la mano izquierda sujetando la sábana de la mortaja cuando, realmente, es ésta otra la que de verdad sujeta con la firmeza necesaria el cuerpo muerto de Cristo. Pero la imprescindible apenas asoma su eficacia, sus arrestos.

Como la vida misma, el Domingo de Ramos pone ante nuestros ojos una enseñanza sustancial con la que afrontar los conflictos que la existencia nos presenta: la virtud que se enseña complacido es, quizá, la menos benigna. Atento al apoyo discreto pero veraz.

A unas horas de vestir la túnica nazarena medito ante la foto. No es más que un detalle que llama mi atención ahora más que en pleno encuentro con Ella este Viernes de Dolores. Pero lo cierto es que nunca es tarde para fijar objetivos y admitir certezas.

Sujétame, Señora, como a Él. Agarra todas mis debilidades. No dejes que caiga en el vacío. Delega en quien ya sabes, que sus manos son tan mías... Permíteme sentir seguro, ahora y en la hora de seguir adelante en la procesión de la vida. Amén.

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