Soy tan reconocido afecto a la causa como impudoroso reconocedor de aquello que marca mis días como fruto de ansias de crecimiento interior acaso desmedidas para algunos, que no para mí. Así, más allá de aquella "dicha de estar triste" como la calificaba Víctor Hugo, he querido profundizar en el sentido de la melancolía... de mi evidente e inevitable melancolía.
Mi amigo Antonio, me señala ese estado habitual. Y yo agradezco sobremanera su capacidad de observación, que no indica sino atención y cariño seguro así como curiosa mirada a mi ser y mi estar. Y yo, que hace tiempo que me afilié a las tesis del poeta, dramaturgo y escritor romántico francés mencionado arriba me voy a tener que acusar de decimonónico.
Al menos en el estado de ánimo de aquellos que, por las razones históricas que ahora no voy a analizar, cuajaron esa indecisión que llevaba a los griegos a barajar razones naturales y a los latinos aquellas otras éticas. Es el Renacimiento el que bautiza la cuestión de marras y la modernidad la que habla de depresión. A mí me gusta mucho más otras cosas leídas.
Quien la sufre o disfruta (recordad la "dicha" pregonada por Víctor Hugo) busca un sentido a la vida, un esfuerzo de lucidez aunque aparezca como alguien que vaga errante, como desterrado. Es constante la definición como lucha aparentemente sin esperanzas, sin fe, plasmada, en cualquier caso, en multitud de referencias escritas y otras manifestaciones culturales.
"Los genios no sufrían la melancolía de forma puntual como crisis, sino como estado asociado a su vida", leo. Y en esa tesis me siento cómodo. Pero ya veréis, queridos todos, como aparecerá alguien, no menos querido, y me tacha de ególatra creyendo que me incluyo entre los primeros. Dicho dejo que no está hecho para los simples esto en torno a lo que hoy me enredo.
También dejo apuntado que no es cosa para preocuparse y sí para entender una filosofía de vida que permite acomodar los sinsabores sin que, por no esperar mucho más en el fondo, ello ocasione vuelcos irreparables en la vida. Al final, lo único importante es dejar poso. Y yo, con Aristóteles, participo de la relación que tiene este estado con la capacidad creativa.
Ideal pues para seguir afrontando, por lo tanto, aportaciones y reflexiones en mi bitácora. No habrá nunca mal que por bien no venga. Así lo he creído firmemente siempre. Otra cosa es que tenga o no claro si estamos hablando de una botella medio llena. Porqué no considerarla llena hasta el gollete de cosas buenas? Piénsalo que cavilando me tiene. Palabra de Gaby!
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