El éxito del Sistema Extrajudicial de Resolución de Conflictos Laborales de Andalucía es una buena noticia en un mundo, el laboral, que no anda sobrado de tantas nuevas como para que hagamos de menos este esfuerzo que, para empezar y por propia definición del órgano, lo primero que hace es evitar que los tribunales se vean peor aún de como ya se encuentran. Pero es que además, como quiera que no está el horno para bollos, bueno es que estos acuerdos cimenten una situación de consenso entre empresariado y trabajadores.
Y como uno no es iluso y sabe que en esa relación jamás habrá quien, de verdad, sustituya a los que siempre tuvieron la sartén por el mango llega la hora también de no olvidar la necesidad de defensa de la parte social. Mientras los sindicatos terminan de ponerse al día para ello en un escenario que, por ser distinto, requiere actuar de modo también diferente yo ya apunto que obcecarse en ciertas defensas termina encabronando a quienes contemplan una situación bastante peor sin la menor atención por parte de las centrales. Pero no entraré en esos detalles ahora.
Más me interesa preguntarme hacia donde va aquello que llamaban huelga. No tengo la respuesta. Pero sí la percepción que del mismo modo que no saldremos de la crisis, lamentablemente para quienes gozamos de derechos laborales que hayan podido ir diluyéndose, con igual situación que dejamos allá cuando hace siete veranos entrábamos en esta tormenta tampoco habrán de ser los mismos métodos los que nos devuelvan parte de lo perdido. Y si la crisis, y el Sercla, nos hubieran enseñado a dialogar habrá que insistir en ello en el futuro.
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