Cuando Tiziano recreó con su pintura, en la segunda mitad del siglo XVI, el mito de aquella apetecible princesa fenicia a la que llamaban Europa y que raptó Zeus convertido en toro llevándola a Creta estaba por ver que el nombre de la tal respondería a una realidad continental unitaria, o con pretensiones de serlo, que en la posteridad habría de toparse con un papel que la gente no termina de creerse cuatro siglos después del cuadro de marras.
Podemos votar quien sale de la isla hondureña de ese famoso programa televisivo conocido por los cucharones de Amador o el carácter de la hermana de Cristiano. O podemos votar por quien es el peor colaborador de esa cosa que llaman 'Sálvame'. También podemos hacerlo por la canción del verano mal que nos pese que las más de las veces no lo haremos por lo mejorcito de un año que quizá se reserve para otras estaciones del año lo más escuchable.
Europa es otra cosa. Qué cosa? Pues desde los tiempos recreados por los pinceles del veronés autor de esta joya, o desde la propia mitología helénica muy anterior, ha ido cambiando en función de aquello que ha sido menester hasta la concepción que hoy conocemos. Que el toro divino terminara cruzando el Mediterráneo con ella hasta la Grecia continental apunta la naturaleza de un bautizo de ese nuestro territorio que hoy se encuentra con las urnas que, a esta hora, apenas si ha visto a la cuarta parte del censo.
Por eso, se llame o no Zeus, nos termina cogiendo el toro de las determinaciones comunitarias que no pensamos que nos habían de afectar como lo hacen. Están en juego el campo y la maltraída PAC, la pesca y los acuerdos que pueden hundir o no a poblaciones tan nuestras como Barbate, los fondos necesarios para según qué movimientos de nuestras empresas o entidades sociales, el futuro de una unidad que debe seguir dando pasos para que esta aventura haya merecido la pena. Me proponía reflexionar más que alentar el voto pero si aún estás a tiempo...
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