Decir que la violencia es cosa de hombres es una felonía. Y no conocernos. Y no querer conocernos. Y negarse la adhesión de los varones a una causa que es de todos y que sin nosotros está condenada al fracaso. O es que sólo hay disposición de aceptar la coalición con los hombres capaces de aguantar sin pataleo ser tachados de violentos potenciales? "Mire usted, que ese señor es un bendito!", puede alguien alegar con razón aunque es posible que reciba la siguiente respuesta: "Ya saldrá la bestia que lleva dentro, cuestión de tiempo".
No. La violencia no es cosa de hombres. La violencia es cosa de cabrones, de delincuentes, de personas (si es que se les puede llamar así) que no han aprendido qué es una relación de pareja. Y toca espabilarse. Todos. Mujeres y hombres. Que todos los asesinos de los episodios de violencia de género a lo largo de 2015, o en cualquier otro año, sean hombres no invita a generalización ninguna. Han sido unos cuarenta entre unos veinte o treinta millones de hombres españoles. No os dais cuenta que erráis preocupantemente cuando formuláis la cuestión en esos términos.
A partir de ese postulado parece preciso, en efecto, que vayamos a ese pacto de estado que he oído en varias instancias durante estos días y que también yo considero necesario para abordar las soluciones que sea menester. Acciones policiales, los tribunales, las campañas de concienciación y todo lo que sea necesario llegue urgentemente. Todos contra la violencia machista. Todos contra todas las violencias. Todos en la lucha desde la sensatez y la suma de voluntades. Todos apartados de las generalizaciones. Todos. Todos.
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