lunes, 27 de enero de 2025

Mi tren

Aún los recuerdo con un cariño de ésos que remueven episodios infantiles convirtiendo las dificultades en dulces recuerdos. El madrugón preciso para que el Ferrobús nos dejara en el pueblo de la abuela y mi tío, el lento traqueteo de aquellos vagones llenos de infantes de marina, el anuncio de venta de mostachones, el trajín, los churros...

La convicción que se gana cuando al fin en tu asiento sabes que estás donde debes llegaba tras superar pruebas y una cierta mortificación. Como la vida misma. Como my way. Semper itinere. Entonces, ahora y siempre. Y haber encontrado mi destino, mi medio de locomoción, mi vagón, mi sitio... mi vocación, es de una alegría incomparable tras el infierno.

A los sacramentos y la dirección espiritual ganadas en su momento, la comunidad de referencia se sumó tras picoteo aquí y allí. Un plan de vida, unas normas de piedad, una formación, unos retiros... Y una carta. Mi tren, sin reservas. Con el Señor llamando y mi fiat confiado. Y ahora no faltan los que me miran raro. Sea lo que sea, presto al apostolado.

Traquetea mi tren porque nada bueno se dijo nunca del provecho, en términos de crecimiento, atribuible a la comodidad. Pero traquetea tan acompasadamente como aquel Ferrobús setentero que terminaba llegando al destino sí o sí. Bendito sea Dios que llama a la santidad a aquél que coqueteó con el demonio, aquél que crece en humildad y vocación.

domingo, 12 de enero de 2025

Ut sit!

"Señor, que vea!", me decía con tal insistencia en aquel verano de 2023 que, vistos los frutos de lo desencadenado, no he dejado de convertir en jaculatoria común y cotidiana. Y, así, me procuraba unos pasos que, entonces, cuando el post Cursillo de Cristiandad me llevó hasta Huerta, comencé a dirigir hacia posibilidades impensables hasta aquel momento.

Hallé ascetismo más allá de lo que señalaba de siempre mi propensión hacia ciertos modos de penitencia procesional. Me alimenté de mística en lecturas exigentes que aún preciso seguir rumiando para intentar entender mejor. Oración, sacramentos, lectio divina, comunidad, trabajo en la huerta... Vida monástica gratificante desde las privaciones procuradas. Y con todo...

"Señor, que vea". Pero, ¿para qué? Había que seguir buscando. Y, aún tan enamorado de la vida contemplativa como soy, entre aquellos muros sorianos era cada vez más consciente que me quedaba tarea fuera. A medio camino entre el bálsamo trapense y la sensación de deuda en la calle era preciso encontrar un medio camino que parecía imposible.

"Ut sit" completaba la jaculatoria. "Domine, ut videam! Ut sit!", "Señor que vea; para que sea". ¿Ser? Sea lo que Dios quiera. El caso es que ello me ponía en la dirección correcta. También lo hacía mi admiración por la vida monástica y mi necesidad de estar enmedio del día a día cotidiano. "Contemplativo enmedio del mundo", San Josemaría dixit. Dirección confirmada.


miércoles, 1 de enero de 2025

Domine ut videam!

Es, cada 1 de enero, día de propósitos. Pero no equivocaros. Lo que en estos momentos está empezando a ocurrir es mucho más que ello. Doy por iniciado con estas lineas el relato de cómo mi alma incandescente ha resuelto, resuelve y sigue descubriendo claridades. Otrora convulsa, ahora se carga de una fortaleza y esperanza más que justificadas.

Acabo de leer, mirándome en el espejo de alguien ejemplar del que ya os iré hablando, alguno de mis propios pasos, aquellos que aún necesitaba terminar de entender. Son los suyos de hace algo más de un siglo, pero me admiro de algún paralelismo en el discernimiento. Y mi vocación, ya declarada, emparenta más nítidamente con esa otra con la que me abrazo.

Todo se iniciaba, en mi caso, cuando una vida convertida finalmente en desierto espantoso comenzaba como aquella supuesta redención de colapsos anteriores. Rubios vientos, sonrisas expansivas, evasiones gratuitas y, poco a poco, prestaciones a una sintomatología requerida de atenciones, sutiles egoísmos y, finalmente, niñateos inesperados.

Pero vamos a lo mollar. Crujían mis entrañas resoluciones imprescindibles cuando, con cara desfigurada, comencé a correr hacia el sagrario cada vez que un pellizco me apretaba el pecho. Eran, en el otoño de 2022, aquellos momentos de la demoledora injusticia que declaró esa guerra desordenada en mi alma. Y llegó el inicio del 23 con la brisa de una falsa esperanza.

Pero la semilla ya estaba en su sitio. Y, cuando hace dos junios un cursillo me hizo abonar mi fe y el compromiso, el camino ya estaba iniciado. Duro y largo aún, pero en marcha. Semper itinere. Y así fue como corrí hacia el monasterio trapense de Huerta, sacramentos y dirección ganados, para buscar respuestas. "Señor, que vea!" era mi jaculatoria permanente.

Aquel "Domine, ut videam!" de San Josemaría, cuando Carmelitas Descalzos impulsaban en Logroño su espiritualidad aún sin poner foco en un propósito más claro, me recuerda el mío entre Cistercienses de Estricta Observancia. Pero percibo que mi desnortamiento ha superado con mucho al suyo. O quizá sea la admiración por la santidad que uno querría.

sábado, 28 de septiembre de 2024

Una medicina inesperada

Acabo de ver 'Inefable'. Y hay que agarrarse a las hechuras locales de algunas declaraciones de los protagonistas, especialmente en lo referente a las celebraciones del ascenso, para no verse seducido de la idea que estuviéramos hablando de un club más grande que acabara de ganar la Champions.

Así es el resultado que ofrece este fantástico documental de Jaime Benítez. Este género audiovisual puede medir los resultados por su capacidad de convertir un hito en algo mítico. Y doy fe que lo consiguen sus 105 minutos, que pudieron ser más porque "hay grabación para hacer una serie de Netflix".

Cuenta la aventura del ascenso del Xerez CD a su actual categoría, que se materializó cuando la Feria del Caballo del pasado mayo se vistió de azul y blanco. Son quienes vivieron la gloria de Primera, se hundieron en la miseria deportiva e institucional y, aunque lo dieran por muerto, ahí sigue vivito y coleando.

La fe los salva y la Fe me salva todos los días. El Señor hace en mí maravillas desde una fortalecida espiritualidad en los últimos tiempos. Y se vale de Tere mi mujer, y de mi hija Laura y ese nieto que quita el sentío, y de mi hijo Sergio y su vocación, y de mi hijo Carlos y... ¡El xerecismo!

Quién me lo iba a decir cuarenta años después de ser un habitual del estadio Domecq junto a mi suegro. Luego, las obligaciones me apartaron hasta ahora. La complicidad paternofilial se ha dado la mano con sentirme parte, en la grada de Chapín, de un grupo espectacular.

Y ahora, sin haber formado parte de esa muchedumbre festiva que asoma en 'Inefable', me siento particípe de la herencia que me conecta con el Domecq, con aquellos ascensos, con la celebración del que lo llevó a Primera. Y ese sentimiento, que lo sepáis xerecistas, es ahora terapéutico.

Gracias!!

domingo, 4 de agosto de 2024

La guapa irredenta y el aspirante a santo

Intereses intelectuales y existenciales, así como formación y curiosidad, no le faltaban. Pero, en el fondo, su pretensión más importante tenía que ver con un recién ganado desapego de lo material. Era un buen tipo. Eso era indudable. En ello se traducía su día a día.

A ella sin embargo, de la que ya quedó meridianamente clara su cansinísima insatisfacción, le lucía verse y que la vieran atractiva y joven. Los dos habían cruzado el ecuador de la cincuentena pero las actitudes resultantes a causa de la edad eran tan dispares...

Ella con aspiración de guapa. Él con vocación de santo. Mucho más difícil, claro está, resultaba el logro del objetivo de este hombre de compleja vida interior que tanto hacía a diario, sin embargo, para adaptarse a ella, a sus necesidades, a sus requerimientos.

Él contaba, sin embargo, con el mejor aliado. El Señor, asi lo llamaba. Ella por su parte disponía de otras herramientas. Un encanto personal, por ejemplo, que le hacía parecer buena persona y que dejaba para el fuero interno de ésta, como de otras relaciones anteriores, su brutal egoísmo.

Así pasaron los días y sus respectivas noches durante unos ocho años. Así se cruzaron los rubicones de tantos empeños a los que condujeron egoísmos de un lado y cesiones del otro en la esperanza que alguna vez se valorara todo lo puesto en liza para salvar el matrimonio.

Y fue llegada la separación definitiva cuando resultó fácil advertir una condición y la otra. Las prisas porque en su perfil apareciera pronto la palabra 'divorciada' y alentara nuevas ocasiones de seducción. En la otra banda se implementaba, desde el dolor, la espiritualidad preexistente.

(Ficción literaria, apuntes para una novela aún sin título)

sábado, 3 de agosto de 2024

A la orilla de lo Eterno

Los gozos de mi sexalescencia residen en tantos huevos puestos en un cesto que es común deje testigos perplejos. Diríase que ando con "el ancla a la orilla de lo Eterno".

Hubo un tiempo para mirar por la ventana hacia abajo, buscando lindezas terrenas. Llegó otro en el que asquearme lo que el mundo tenía para mí. Y comencé a mirar hacia arriba.

Acabo de detener mi lectura de los contenidos de la asamblea final de los ejercicios que la Fraternidad de Comunión y Liberación celebró en abril pasado en la italiana Rimini.

Es Monseñor Giovanni Pacossi, responsable de este movimiento en América Latina y obispo en San Miniato, quien habla de la orilla de lo Eterno. Y me inspira explicación para lo mío.

La esperanza cristiana, el deseo terreno, la felicidad como horizonte... Los contenidos de ponencias, homilías y otras intervenciones contribuyen a hacer una reflexión con frutos.

Ahora, como sabes desde hace meses, busco que las campanas suenen en mi vida recordándome que no hay tierra firme para mis inquietudes. Sólo hay cielo firme.

Pero, desde mi serenidad, reafirmo la idea que me impide esperar que suenen por sí mismas, por el viento que sople. Agarro el badajo para poner de mi parte. Ése mi apostolado.

Quizá sigas sin entenderlo. Baste añadir que ahora me asomo a la ventana de la vida, tras haber dado ocasión al mundo, con fortalezas nuevas solo posibles desde la vida de fe.

viernes, 12 de abril de 2024

Diagnóstico: insatisfacción crónica

Insatisfacción crónica, sí. Llega la hora de hacer público el diagnóstico. No en balde fue necesario morderse la lengua durante el tiempo en el que las cortinas de humo presidían difamando y generando miradas engañadas.

Insatisfacción crónica, sí. El otro diagnóstico es pecata minuta al lado de esto otro que recibió semejante tratamiento por parte del doctor Cabral: "Cuando te canses, cambia de mono". Y en ésas estamos de nuevo. Ahí comenzó todo.

Insatisfacción crónica, sí. Y para el primer abandono encontró una excusa. Y entonces llegó el frenesí que concluyó con el segundo en liza y aquél otro diagnóstico por el que alcanzó la fama y tapó el primero, el más lesivo.

Insatisfacción crónica, sí. Y llegó el tercero. Y aquella diversión comenzó a parecer sereno recuerdo sin más y un compromiso de cambio. Apariencias. Nada más. Y tocó involucrarse en el otro síndrome. Y aprender acompañando.

Insatisfacción crónica, sí. Y amontonamiento de novedades que siempre solaparon cada etapa anterior. Y, si pisar una etapa con la siguiente se convertía en un problema, basten la falta de explicaciones, la incomunicación y los bloqueos.

Insatisfacción crónica, sí. Y, como en las sevillanas, vamos a por la cuarta. Los muertos se le acumulan en la cuneta de los descartes. Y el cuadro sintomático mantenido no es más que la confirmación de un problema grave.

Insatisfacción crónica, sí. Tiempo de oraciones porque no hay ninguna otra forma de velar por su integridad. Que el Señor le ayude. Éste sí que es doctor capaz de corregir los desmanes de aquel primer tratamiento: "Cambia de mono".

(Ficción literaria, apuntes para una novela aún sin título)