Hubo un tiempo para mirar por la ventana hacia abajo, buscando lindezas terrenas. Llegó otro en el que asquearme lo que el mundo tenía para mí. Y comencé a mirar hacia arriba.
Acabo de detener mi lectura de los contenidos de la asamblea final de los ejercicios que la Fraternidad de Comunión y Liberación celebró en abril pasado en la italiana Rimini.
Es Monseñor Giovanni Pacossi, responsable de este movimiento en América Latina y obispo en San Miniato, quien habla de la orilla de lo Eterno. Y me inspira explicación para lo mío.
La esperanza cristiana, el deseo terreno, la felicidad como horizonte... Los contenidos de ponencias, homilías y otras intervenciones contribuyen a hacer una reflexión con frutos.
Ahora, como sabes desde hace meses, busco que las campanas suenen en mi vida recordándome que no hay tierra firme para mis inquietudes. Sólo hay cielo firme.
Pero, desde mi serenidad, reafirmo la idea que me impide esperar que suenen por sí mismas, por el viento que sople. Agarro el badajo para poner de mi parte. Ése mi apostolado.
Quizá sigas sin entenderlo. Baste añadir que ahora me asomo a la ventana de la vida, tras haber dado ocasión al mundo, con fortalezas nuevas solo posibles desde la vida de fe.
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