Hallé ascetismo más allá de lo que señalaba de siempre mi propensión hacia ciertos modos de penitencia procesional. Me alimenté de mística en lecturas exigentes que aún preciso seguir rumiando para intentar entender mejor. Oración, sacramentos, lectio divina, comunidad, trabajo en la huerta... Vida monástica gratificante desde las privaciones procuradas. Y con todo...
"Señor, que vea". Pero, ¿para qué? Había que seguir buscando. Y, aún tan enamorado de la vida contemplativa como soy, entre aquellos muros sorianos era cada vez más consciente que me quedaba tarea fuera. A medio camino entre el bálsamo trapense y la sensación de deuda en la calle era preciso encontrar un medio camino que parecía imposible.
"Ut sit" completaba la jaculatoria. "Domine, ut videam! Ut sit!", "Señor que vea; para que sea". ¿Ser? Sea lo que Dios quiera. El caso es que ello me ponía en la dirección correcta. También lo hacía mi admiración por la vida monástica y mi necesidad de estar enmedio del día a día cotidiano. "Contemplativo enmedio del mundo", San Josemaría dixit. Dirección confirmada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario