Más allá de la tele, parece que existe aún el repeluco de lo popular al servicio de una trascendencia tan necesaria para todos. Más acá, tres años después de la última como Dios manda, sigo sin esa epifanía de aquello de siempre. Llego a esta noche, de hecho, con vacíos de dudosa reposición.
Aferrado a esa fe que sí que es inquebrantable, alcanzo el momento vital de la ausencia del miedo a las preguntas. Y van surgiendo una a una, como procesión de penitentes de un valiente recorrido por las cuestiones que de verdad son importantes en la vida. Era solo cuestión de atreverse.
Y la mirada se aferra a la serenidad. Me empeño pero siempre habrá un 'marquillo' presto a jalar porque le sale del alma. E impongo la reflexión sobre lo importante, mal que me pese que mi abundamiento en todo aquello que me hace feliz sigue haciendo rafting por aguas procelosas.
¿Son cosas mías o el virus y sus consecuentes restricciones de tanto tiempo se ha llevado por delante una parte sustancial de aquello que me ataba a las cosas, a las costumbres, a las tradiciones? Aún falta la Pascua. Lo cierto es que ahora que se puede no estoy en la calle esta madrugada. ¿Por qué? Qué sé yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario