Una vez me explicaron la sucesión de las potencias hegemónicas mundiales a lo largo de la Historia con una evidencia que tener muy en cuenta: todas las que lideraron en su día fueron sucedidas por otra cercana trazando un itinerario claro de Oriente a Occidente.
La Antigüedad nos sitúa en Asia, con la aparición de la escritura y despegues de China, Persia, imperios del Creciente Fértil como cuantos se asentaron entre el Tigris y el Eúfrates, Egipto, los pueblos del Mediterráneo, Grecia, Roma, la Europa del Medievo...
Y luego el Imperio Español, Portugal, Francia, Inglaterra, el salto al Atlántico, el nacimiento, crecimiento y liderazgo indiscutible de los Estados Unidos a lo largo del siglo XX. Supongo que la nueva potencia sucesora requiere seguir al sol y cruzar el Pacífico.
Siempre pensé que cuando ello ocurriera habría que poner foco en Japón y su creciente desarrollo tan basado en lo tecnológico. Pero hete aquí que erraba en la medida en la que despertaba China, con potencial increíble y, ahora sí, vocación de liderazgo.
Pero mandan cojones querer ser primera potencia mundial y no saber controlar un virus que nace allí y termina azotando a todo el mundo de modo impensable para lo que al super hombre y mujer del siglo XXI le atribuyéramos. Y ahora el dichoso cohete.
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