Es precisamente la pequeña pantalla la que acaba de señalar que cumplimos el centenario del escritor vallisoletano. También es la que me permitió conocer 'Los santos inocentes', esa historia de ruralidad injusta, llena de desigualdades.
Delibes amó el campo con intensidad. Tan cazador como ecologista, en sus paseos por el entorno natural, enfundado en su gorra y su bufanda, se manifiesta su estampa más característica, plena de melancolía y hasta de tono uraño.
En sus soledades escogidas, aunque hombre familiar excepcional, se cocieron seguramente sus éxitos literarios. 'La sombra del ciprés es alargada', 'Cinco horas con Mario', 'El hereje', 'El disputado voto del señor Cayo'... Cuánta reflexión oportuna!
Compañero periodista que terminó encontrando más gozo en la escritura literaria, libre, tan recreativa como denunciante, Delibes me resulta espléndido ejemplar de una especie en peligro de extinción. Y quizá deba ser así, aunque sus libros le perpetúen.
Espero que su condición ecologista me lo permita como mejor memoria de aquél cuyo carácter tanto soy capaz de comprender. Incluso de encarnar en ciertos momentos. Son tan fecundo alimento de la creación como atinada opción de vida.
"Si se hablara más de literatura que de política..." le escucho decir en un vídeo antiguo. Pues eso, admirado Delibes, que todos seríamos de otra pasta. ¿Y si lo hiciéramos al revés? Más 'delibes' hasta en la política querría.
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