Pero la calidad expansiva del mar, infinito a nuestra vista y que ha de ejercer esa misma ausencia delimitativa para que cunda la experiencia de marras, alivió siempre todo esfuerzo. Me gusta pues la playa, ésa que pese a todo conduce al relajo de cuerpo y alma.
Este año, sin embargo, no estoy para desconcierto. Lo siento. No puedo imaginar una petición de cita como la que tengo formalizada para llevar la moto a la ITV este martes. Ni un corralito con el que cumplir. Y mucho menos los enconos con los que no lo cumplan.
Me temo que, al menos desde mi reflexión de este momento, este año paso de playa. No estoy para que se pongan límites al baño, al paseo o esa carrera por la orilla que casi siempre es espontánea reacción a esa invitación expansiva de la que hablo.
Es una pena, en vísperas de la Fase 2 de la desescalada que nos permitirá playa desde mañana lunes, que aún lleguemos así a los rigores estivales ya anticipados. El año que viene será. Creo. Mientras tanto, a disfrutarla todo aquél que no piense como yo.
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