jueves, 7 de septiembre de 2017

Diez años de comunicación diocesana

La tentación de la sencillez podría terminar pareciendo falsa modestia, el confort del silencio cobardía y huir de mostrarme algún tipo de razón otorgada a quienes se creyeron con la capacidad de enjuiciar el camino sin calzarse mis botas.

Como nada de eso quiere el Señor, estoy convencido de ello, hago caso al almanaque que es tozudo en el recuerdo de los diez años que se cumplen durante estos primeros días del mes de septiembre de aquel precioso encargo.

No llegue felicitación por la década cumplida en estos menesteres diocesanos, si acaso de alguno un "cómo estás, Gaby?" que pueda seguir pendiente. Pero eso es por otras cosas que no impiden ahora esta gran satisfacción mía.

Al fin y al cabo no he hecho más de lo que debía desde las convicciones a las que me sigue invitando mi profunda fe cristiana. Al fin y al cabo, y ha sido frase mía durante todos estos años, Iglesia que no comunica no ha de considerarse tal.

Haya una palabra de gratitud para monseñor Juan del Río. El hoy arzobispo castrense fue artífice del nacimiento de la Delegación de MCS tras intentos testimoniales pero nunca vanos durante el episcopado de monseñor Rafael Bellido.

También mi agradecimiento a monseñor José Mazuelos por el mantenimiento y refuerzo de esa estructura cuajada de aliento desde Sanlúcar, Rota o El Puerto hasta Arcos, Bornos, Villamartín, Espera, Prado del Rey o Grazalema.

Desde cada uno de esos puntos sigue llegando a Jerez el estímulo necesario para no desfallecer. Y los compañeros, todos ellos, hace tiempo que se convirtieron en mis hermanos más allá del compromiso con la comunicación.

Ruego una oración de todos por ese esfuerzo tantas veces incomprendido por el ninguneo o por exigencias ajenas a lo correspondiente a su naturaleza. Quod non sciatur, non potest aestimari. Y rezad también por quien suscribe. Gracias!

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