miércoles, 30 de agosto de 2017

Como elefante en cacharrería

Ceuta está aislada entre el Estrecho y un país distinto. Ello le confiere las singularidades propias de una vecindad apretadita en tan limitado territorio. Es así como las diferencias se toleran o incluso se comparten con mayor alegría, necesidad obliga, que en la península.
Es sin embargo ventaja que puede terminar conmocionando si, como nos ha sorprendido estos días a cuantos hemos quedado boquiabiertos ante los vídeos que han circulado por las redes sociales, acceden a una iglesia cristiana unas parihuelas portando a una deidad hindú.
Ganesh (cuerpo humano y cabeza de elefante) era portado por la alegre comitiva de sus fieles cuando, dentro del templo y ante la Virgen de África (patrona ceutí), se le dedicaban cánticos rocieros con letras dirigidas realmente a María Santísima.
El despropósito, reprobado por el Obispado de Cádiz-Ceuta convenientemente, me deja con el sentimiento lastimero de quien, abogando por el diálogo interreligioso subyacente de fondo, comprueba que se queman cartuchos en gestos sin sentido.
Los tiempos que nos toca vivir exigen que nos entendamos. Y hacerlo desde las convicciones religiosas y sus expresiones culturales es vacuna contra otros desquicies provocados por el desconocimiento. Incluso los generados por el odio más secular.
Pero a mí me parece, con toda modestia, que si ciertos intentos derivan en disparates encuentran lógico coto. Y así se ha actuado desde la sede episcopal correspondiente. No en balde pueden terminar siendo obstáculo para que unos y otros se miren con el mayor de los respetos.
Por los demás, haya el mayor diálogo posible por favor incluso entre aquellos que históricamente se hayan tratado sin esperanzas de entendimiento. Al fin y al cabo para Dios, al que en más de un credo consideramos misericordioso, nada es verdaderamente irreconciliable.

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