No sé porqué no somos capaces de adoptar ya, sin sobraduras ni achicamientos, la actitud de los que están viviendo un momento histórico. Ni complejos de superioridad ni miedos que nos priven del disfrute innegable de lo que la actualidad prioriza tiempo ha y especialmente esta semana.
A ver, expongo éste mi 'catalaneo' forjado en meses de silenciosa escucha y voraz análisis ahora que evocaciones a tiempos de la República, entrevistas atinadas, columnistas conspicuos y memes desternillantes me ayudan con la mayor eficacia a que lo que diga no suena a patrioterismo barato.
Desayuno con un artículo de Amorós en ABC que parafrasea la evolución del pensamiento de Azaña sobre las viejas inquietudes y barrabasadas independentistas catalanas. Y me quedaría tan tranquilo por ser reiterados los hechos si no fuera que entonces constituyó antesala de la Guerra Civil.
El café de media mañana me alivia el lunes con un poema de Espronceda que lamenta los males de siempre ("oigo patria tu aflicción, y no entiendo por qué callas viendo a traidores canallas despedazar la nación...") pero todo es más armónico entre versos. Y relajo por más el ceño fruncido.
Para el aperitivo, el 'Felices los cuatro' cantado por Puigdemont y Rajoy con Los Morancos bajando la tensión a límites asumibles y los vídeos de la entrevista de Evole a un incongruente presi catalán y Borrell haciendo lo propio con Oriol Junqueras. Qué gusto da comprobar el nivelito.
Y, mientras me guardo para el postre el meme de la crema catalana "echando cojones" a quien abre el frigo, reflexiono sobre este país de opereta en el que elevo oraciones para que el 1-O se eche por fin el telón a este sainete. Si no siempre quedará la salida del 36. Pero eso lo evitaremos, verdad?
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