Salir de donde estás deseando hacerlo puede ser tan gratificante como regresar tras el tiempo necesario para haber desconectado. Eso es lo que se espera de las vacaciones. Quizá por eso he decidido que su inicio no se convierta en pasto de las llamas de un júbilo desmedido.
Eso sería como considerar que mi vida ordinaria es un infierno cuando hace tiempo que las botas pisan ya otro camino. Item más, ello requeriría en justa compensación proporcional que la vuelta, a comienzos del vendimiero mes de septiembre, fuera un drama. Y no estoy por la labor.
Alegría y mesura pues, a partes iguales. Serenidad, que es mi mejor sinónimo de la felicidad en estos momentos en los que toca estar en camino. Y ahora es cuando esperáis que, aprovechando el pie que me doy a mi mismo, me ensarce en honores y glorias de la experiencia por venir, no?
León, San Martín del Camino, Astorga, Foncebadón, Ponferrada, Villafranca del Bierzo, O Cebreiro, Triacastela, Sarriá, Portomarín, Palas de Rei, Arzúa... no son los hitos del que realmente pongo en marcha. Aunque en una semana no tendré más mirada que la del peregrino a Compostela.
Las mochilas han quedado prácticamente preparadas esta mañana. Va casi todo lo necesario. No es bueno que esté todo. Carmen me tacha de cuadriculado. Pero dejo sentado que también soy de los que gusta de dejar huecos para la sorpresa, huecos ahora llenos de expectación.
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