lunes, 12 de octubre de 2015

Mi españolidad

Tanto el título como la foto ya han provocado rechazo a algunos de partida. Seguro. Me bastará, en cualquiera de los casos, que con ira o con complacencia se me lea sin necesidad de hacer definitiva la apriorística etiqueta. Item más... los que, en un sentido o en otro, dejen de leer esta entrada en el blog antes de adentrarse en mis nobles inquietudes al respecto quizá estén demostrando, salvo que no tengan tiempo para ello, lo poco que tienen que aportar a un debate que va más allá de la catalanidad y el dichoso Mas.

Déjame que te hable, primero, de mi preocupación ante los 'profesionales' de la agitación gratuita de banderas. El otro día me sonreía, de hecho, escuchando en la radio a alguien que, con mucha gracia y no menos respeto por todas las opciones, señalaba haber constatado que no hay reivindicación, aunque sólo sea la concentración contra los baches no arreglados por el ayuntamiento de turno, en la que no aparezca una enseña republicana. También ocurre al revés. Venga o no a cuento la exhibición de marras.

Lo cierto es que no puedo evitar sentir, desde mi rincón andaluz, que me unen muchas cosas con esos catalanes que viven sus días en la encrucijada de una lamentable división que da pena especialmente en sociedad tan espléndida como lo es la de esa tierra maravillosa. En el Priorat, Maresme, Alt Ampordá o el Vall d'Arán no pocos estarán más cerca de mi pensamiento que alguno de mis vecinos en Jerez. O en Vigo, Medina de Rioseco, Irún, Calatayud, Aranjuez, Benidorm o Zafra. Las divergencias no se anclan en el territorio necesariamente.

Mi españolidad, exhibida sin temores en éste que llaman Día Nacional y que a la postre no es más que un lunes festivo en el que procurar ser feliz, existe sin duda alguna y es lo que es con tanta convicción como la desafectación necesaria para que cunda lo que nos une y no lo que nos diferencia. Mi españolidad es fuerte hasta donde lo puede ser, en este momento de mi vida, la más firme seguridad que tenga a mi alcance. Y también es respetuosa con quienes por respetarla (mi españolidad) demuestren merecer este respeto.

Mi españolidad es de verdad, no sólo un trozo de tela. Mi españolidad es comprensiva con todo aquél que argumente y también me escuche. Mi españolidad es dialogante porque nunca llegaron lejos las imposiciones. Mi españolidad es tolerante porque lo otro no merece la pena. Mi españolidad es exigente de las mejores virtudes humanas. Mi españolidad es, de hecho, una virtud y nada me convencerá de lo contrario una vez expuesto qué es para mí la españolidad. Ergo... mi españolidad es, desde mis postulados, inquebrantable!

1 comentario:

  1. Hola Gabriel. Si me permites... Gaby:
    Nos acabamos de encontrar en medio de un recodo del camino en Plaza LinkedIn.
    Además de tu condición de periodista, quería conocer un poco más de cerca la "letra pequeña" de tu vida. Y eso me ha regalado la posibilidad de encontrar dos cosas: tu españolidad y a ti.
    Mi condición de monje no reduce ni elimina el paisanaje ni los lazos familiares. Al contrario, los purifica. Aterrizando a un lenguaje más coloquial: amo más y mejor mi tierra natal y
    mi tierra vital (donde vivo).
    Permíteme que exprese mi compartida españolidad con un término tomado del inglés, no por pobreza de nuestra hermosa lengua madre, sino por la riqueza que supone encontrar en otra lengua el sabor de sentimiento de la propia: «homeland». España es nuestro enorme y cálido hogar.
    Hablando de la rica diversidad de nuestro idioma español, me gusta decir -y termino- "cultura expresada" más que "acento".
    ¡Un abrazo español, y en español!
    Hno. Lázaro

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