domingo, 20 de mayo de 2012
Ascender entre el silencio y la palabra
Hoy es día de los periodistas. Más allá de San Francisco de Sales, que quedó a finales de enero como siempre, la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales propone hoy, día de la Ascensión del Señor, un momento para la reflexión. Sí, es cierto, se trata de una convocatoria eclesial pero no se preocupen que no les entrará urticaria. Lo prometo.
Comunicar, que nunca ha sido fácil que precisamente la Iglesia ha de seguir aprendiendo, es un ejercicio no necesariamente verborreico. Y, en momento tan delicado para la profesión periodística, quizá se entienda aún mejor que, como dice el Benedicto XVI con motivo de este día, "cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora".
Por ello me apresto a no rajar gratuitamente sobre las dificultades en las que nos hayamos inmersos tanto los de mi profesión como los de todas las demás. Tampoco me lamentaré más de la cuenta de la mierda (ustedes disculpen) de mundo que heredarán nuestros hijos. No, no se aflijan. Acudiremos a la sabiduría del silencio que ha de escoltar siempre a lo que se diga.
No se enteran, ¿verdad? No se lo reprocho porque es ante la tentación de la queja ante lo que yo propongo el silencio. Callarse es lo mejor que se puede hacer cuando lo que diga no vaya a aportar esperanza a quien lo lea. Mi indignación no gritará. Es así como la siento: silenciosa erupción de un volcán más efectivo si no hace ruido gratuito.
A decir verdad, creo que se habla mucho y se hace poco en medio de la crisis. Recortado un buen tercio de mis ingresos en apenas dos meses, opto por callar y actuar. La cuenta de Carrefour que se quede a la mitad, las ortodoncias sean paralizadas y las vacaciones en Rota queden desconvocadas. Son solo tres ejemplos de un plan bastante más amplio y ambicioso.
Ni mi mujer ni mis hijos se meten conmigo como escucho decir de Rajoy, la Merckel o todo aquel hijo de vecino que tiene la desgracia de tener poder en medio de este marasmo. Y... ¿saben una cosa? He encontrado en la mayor unión que las dificultades han generado la mayor expresión del concepto 'familia'. Todos a una, echando una mano más que poniendo zancadillas.
Ascender entre el silencio y la palabra justa. Ni una más y, desde luego, descartando las pronunciadas fuera de tono. Créanme, santa medicina. Que para poner pegas sin hacer mucho ante la situación que nos ha tocado siempre hay tiempo. Ánimo, que de esta se sale, pese a la prima de riesgo y los corralitos con los que seamos amenazados.
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