martes, 22 de mayo de 2012
Ante la huelga de la educación
Llevan décadas y décadas violando con alevosía la educación. La reforma de la contrareforma de lo reformado con anterioridad por otros, ya saben. Así nos va, conviniendo siempre que tanto toqueteo está despeñando por el barranco del descrédito cualquier intento que, casi siempre, está más avalado por la ideología en el poder que por el verdadero empeño en que las nuevas generaciones cuenten por fin con la formación y la información que les evite cometer las memeces que, tanto desde mi generación como desde otras mayores, contemplo a menudo con tristeza.
Pero todo podía ser peor. Y el viejo diplomado en Magisterio que se esconde en este periodista extremadamente circunspecto y dado a la resignación y el excepticismo asoma la nariz para resoplar con más retranca que ira cuando asistimos a la convocatoria de la huelga que, desde Primaria hasta la Universidad, la educación pública protagoniza hoy. Tanto la reducción del 21% en esta materia en los Presupuestos Generales del Estado como el ahorro pretendido en las autonomías para este año parecen argumentos lo suficientemente objetivos para entenderla lógica.
Tantos convocantes no pueden equivocarse, cabe pensar a la luz de cuantos se suman a la queja de este nuevo 22M de resabios conmemorativos. Un año después de las municipales llega la huelga. Solo falta que sea a los ayuntamientos constituidos en 2011 a los que les echen la culpa de ello. Y ello pese a que no son pocos los que coinciden en cargar tintas contra el Gobierno de España. Reciba el PP, pues, cuantos mensajes convengan por medio de esta convocatoria. Mal que nos pese que la educación es una de las más sonoras de cuantas competencias están en manos autonómicas.
Las pelotas políticas que van y que vienen, enviadas por verdaderos descerebrados interesados en echarlas fuera de su terreno de juego para salvar su gestión, o su cotito, son el lamentable testimonio de aquellos que, en el fondo, solo son fruto de la educación que les tocara en suerte. Pobres ellos y ellas, que en su curriculo escolar quizá no encontraron nunca el aprendizaje del aquellas herramientas que los convirtiera, hoy en día, en hombres y mujeres de provecho al frente de unas administraciones que primero desnucaron sin poner medios que evitaran la hecatombe y desde las que ahora sacan la tijera.
La reforma del 72 es la mia. No sé si la de ellos, los que hoy en día tienen algo que decidir al respecto, es ya educación Logse o de otros modelos de los que han completado tan lamentable catálogo durante años. Cuál es la suya? La de nuestros hijos, a todas luces, será la de los recortes. Y a lo mejor no es culpa de quien se haya visto obligado a sacar la tijera, si lo hace condicionado por la hucha con telarañas y deudas que se haya encontrado. Pero lo verdaderamente cierto es que ni es culpa nuestra ni mucho menos de nuestros críos, una vez más los damnificados por la situación.
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