Y no te vale ninguna experiencia que hayas conocido. Nada te salva del marasmo. No hay remedio ni alivio ni bálsamo ni ungüentos mágicos. Apenas una respuesta: sus manos. Su energía es todo. Sobre todo las tardes de los viernes, tan llenos siempre de trampas mortales. De asedios más que de desafíos.
Sus manos llenan mi vacío de modo que casi no me entero de suyo que éste había llegado. Ella presurosa, habiendo aprendido bien esa lectura de mis ojos que yo necesito no verbalizar. Ella sabe. Sus manos conocen el camino. Fue un milagro su aparición en escena, su generosidad tan anchurosa.
'Semper itinere' pregona ese lema en el que anclo mis incentivos. Pero, ¿qué hay si sus pasos no siguen los míos? El vacío. Allá donde están tus manos, Carmen de mi vida; allá donde está tu alma, amor; allá... Allá se queda siempre mi corazón dolorido. Más aún si es viernes tarde y la semana atentó contra mí.
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