lunes, 1 de noviembre de 2021

Sensatez, altura de miras y claridad

He leído muchas cosas bonitas estos días, querido Miguel. Ninguna de las que se ha dicho al acabarte de marchar me han parecido de esas lisonjas baldías de las que a veces acompañan las despedidas.

Sabes que, una vez diplomado en Magisterio, el bendito virus del docente vocacional jamás encontró en mí vacuna en el periodismo. Y de entre los compañeros de profesión era algo que solo tú entendías.

Tú, creo, te veías mayor entre tanto jovenzuelo cubriendo ruedas de prensa. Pero era admirable verte impartiendo magisterio desde un pedestal de sensatez no pretendido pero que era imposible abandonar.

Me encantaba escucharte. Y cuando, desde las tertulietas sobre educación, filatelia, deportes o la inevitable política, tu pensamiento brotaba libre a mí se me hacían agua los oídos. Daba gusto un rato contigo.

Ya no hay aquellas ruedas de prensa con sus esperas previas y sus preguntas posteriores. El periodismo ya era otra cosa cuando hace veinticinco o treinta años te conocí. Ahora ni te cuento. He envejecido yo también.

Hacía tiempo que no sabía mucho de ti cuando tu yerno Juan Carlos me dijo el pasado miércoles que estabas "muy malito". No me terminan de gustar los eufemismos. Y a ti tampoco. Cómo lo recuerdo!

Sabía lo que significaba la frase de aquel mensaje de Messenger. Y entonces te recordé en tantos momentos buenos. Tus demostraciones de sensatez, altura de miras y claridad de ideas.

Cuando esa claridad iba más allá de la mente, que era muchas muchas veces, se convertía en la exposición directa de lo que pensabas sobre el asunto de marras. Valiente porque no había nada que perder.

Así quiero recordarte, querido Miguel Rubio Caballero. Así quiero parecer cuando sea mayor, que va siendo ya pronto. Un abrazo, viejo maestro de tantas cosas, las más importantes de la vida casi siempre!

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