El final de la desescalada y conquista de la 'nueva normalidad' llegarían después, casi a las puertas de mis vacaciones. Casi. Y llegaron Conil y otras delicias cercanas como la Sierra de Aracena. Mientras, parece que el disloque vuelve a hacerse sitio. Más acullá que acá. Pero a mí no me ha salido del todo mal.
Lo cierto es que, a lo tonto a lo tonto, hay cosas que no hago casi desde febrero. Y, entre casi y casi, alcanzó ahora un regreso que me genera una expectación aún mayor de lo que recuerdo como culmen de canículas pretéritas. Sea como fuere, mañana martes vuelvo al tajo para afrontar el curso con alguna novedad.
Antes hay que despachar agosto. Creo que será mes que confirme ciertos retrocesos sanitarios y conmociones por descubrir. Pero, sobre todo, de días nuevos que, con cada amanecida, me hagan seguir conquistando una felicidad de la que, aviso, no me hará bajar nadie. Se agradece no insistan en tan indeseable empeño.
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