jueves, 4 de agosto de 2016

Como el pájaro andaluz

El Canijo de Jerez daba alegría con desparpajo al santiaguero patio de la casa de mi entrañable madre mientras me disponía a arreglar el arriate, limpiar de yerbas y barrer ese espacio abierto y tan acogedor como necesitado de alguna dedicación. Todo ello había de ocurrir, en cualquier caso, antes que acuda mañana hacia aquellos otros lugares a los que atribuir idéntico adjetivo que al patio y que me aguardan desde este próximo fin de semana en tierras leonesas y galaicas. 


Acababa de pasar lo más fuerte del calor vespertino, pero permanecía ese tono térmico tan capaz de repartir, incluso cuando comenzaba a caer la tarde, las últimas incomodidades de la canícula agosteña. Sonaba, sobre la mesa color 'verde jardin' mi terminal android con el spotify vociferando: "Sueños de colores, explosión en tu cabeza, tu mente vuela a mil años luz, la primavera se despierta y se vuelve muy traviesa. Hoy podrás viajar sin billete de autobús como el pájaro andaluz..."

Era entonces cuando, con guantes en las manos y rodeado de herramentaje de jardinería, cayó desde el limonero al alcorque, justo a mi lado, ese jilguerito de apenas tres centímetros que en la foto muestra toda su vulnerabilidad. El Canijo seguía a lo suyo y, cuando volvió al estribillo, ya tenía a este otro pájaro andaluz mirándome como clamando una solución a su drama. El caso es que a unos cinco metros del lugar había otro, casi igual que éste, recién caído!

Tanto atolondramiento estival me trasladó a otros 'limoneros' en los que parece que ciertas aves sin plumas sufren estos días las incomodidades de un calor que, en tanta dimensión, hipertrofian meningues analistas que quedan pobladas de posibilidades públicas nada insensatas desde luego. Que ya no quedan guindos de los que caerse. Ahora, sin embargo, relajo las mías y miro a ese pobre jilguerito tan ajeno a los efectos del calor en la mente humana.

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