Escuchar a Esperanza Aguirre declarar su vergüenza por la detención del que fuera secretario general del PP de Madrid, Francisco Granados, es refrescante. Otros habrán hecho algo parecido durante este tiempo de pestilente descubrimiento de las cloacas en las que se ha convertido la vida política patria. Pero el estilo rotundo de la susodicha, ése que para bien o para mal nunca deja indiferentes hable de lo que hable, tiene un poder balsámico especial.
Pero me faltan cosas parecidas, cuando no de superior capacidad redentora de la gestión pública, en tantos otros que hacen poco más que callar o musitar entre dientes la necesidad de abrir comisiones de investigación, confiar en la Justicia o formular en la impostada prudencia de quien tiene poco que aclarar la necesidad de hacer votos por bla bla bla bla bla bla... Me quieren explicar los dirigentes de los partidos mayoritarios, por ejemplo, a qué están esperando?
Y el caso es que casi empieza a dar igual, ya van tarde. Podemos irnos al garete mientras damos cuartos al pregonero que proclama que las urnas próximas se llenarán de votos cuajados de reproches y los errores de quienes pagarán el calentón aupando al primero que, es 'un poner', prometa mejores pensiones para más pensionistas (porque se retirarán antes, dice) pagadas por menos cotizantes porque no hay quien trabaje. Un lumbreras, vamos.
A mí, y es mi opinión (no necesariamente humilde pero sí prudente, pese a todo), me está pareciendo que hacemos el canelo cuando nos hacemos los ofendidos si alguien termina comparando lo que está pasando en España en estos momentos con otras situaciones históricas por las que la crisis económica derivó en protestas sociales generalizadas, pataleos contra el sistema establecido y apuestas por las soflamas del primer soplagaitas que baraja maneras distintas.
Ay, Señor. Con más dispuestos a blandir su vergüenza públicamente y, lo que hubiera sido más importante, adelantándose para desmontar a tiempo el uso de tarjetas opacas y demás mamandurrias ideadas para hacerse con el dinero ajeno quizá estaríamos más cerca de la salida de esta situación que lleva ya demasiado tiempo teniéndonos los bolsillos del revés. Pero aún puede ser peor si, como se supone, terminamos regalando nuestra confianza al peor postor.
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