domingo, 4 de agosto de 2024

La guapa irredenta y el aspirante a santo

Intereses intelectuales y existenciales, así como formación y curiosidad, no le faltaban. Pero, en el fondo, su pretensión más importante tenía que ver con un recién ganado desapego de lo material. Era un buen tipo. Eso era indudable. En ello se traducía su día a día.

A ella sin embargo, de la que ya quedó meridianamente clara su cansinísima insatisfacción, le lucía verse y que la vieran atractiva y joven. Los dos habían cruzado el ecuador de la cincuentena pero las actitudes resultantes a causa de la edad eran tan dispares...

Ella con aspiración de guapa. Él con vocación de santo. Mucho más difícil, claro está, resultaba el logro del objetivo de este hombre de compleja vida interior que tanto hacía a diario, sin embargo, para adaptarse a ella, a sus necesidades, a sus requerimientos.

Él contaba, sin embargo, con el mejor aliado. El Señor, asi lo llamaba. Ella por su parte disponía de otras herramientas. Un encanto personal, por ejemplo, que le hacía parecer buena persona y que dejaba para el fuero interno de ésta, como de otras relaciones anteriores, su brutal egoísmo.

Así pasaron los días y sus respectivas noches durante unos ocho años. Así se cruzaron los rubicones de tantos empeños a los que condujeron egoísmos de un lado y cesiones del otro en la esperanza que alguna vez se valorara todo lo puesto en liza para salvar el matrimonio.

Y fue llegada la separación definitiva cuando resultó fácil advertir una condición y la otra. Las prisas porque en su perfil apareciera pronto la palabra 'divorciada' y alentara nuevas ocasiones de seducción. En la otra banda se implementaba, desde el dolor, la espiritualidad preexistente.

(Ficción literaria, apuntes para una novela aún sin título)

sábado, 3 de agosto de 2024

A la orilla de lo Eterno

Los gozos de mi sexalescencia residen en tantos huevos puestos en un cesto que es común deje testigos perplejos. Diríase que ando con "el ancla a la orilla de lo Eterno".

Hubo un tiempo para mirar por la ventana hacia abajo, buscando lindezas terrenas. Llegó otro en el que asquearme lo que el mundo tenía para mí. Y comencé a mirar hacia arriba.

Acabo de detener mi lectura de los contenidos de la asamblea final de los ejercicios que la Fraternidad de Comunión y Liberación celebró en abril pasado en la italiana Rimini.

Es Monseñor Giovanni Pacossi, responsable de este movimiento en América Latina y obispo en San Miniato, quien habla de la orilla de lo Eterno. Y me inspira explicación para lo mío.

La esperanza cristiana, el deseo terreno, la felicidad como horizonte... Los contenidos de ponencias, homilías y otras intervenciones contribuyen a hacer una reflexión con frutos.

Ahora, como sabes desde hace meses, busco que las campanas suenen en mi vida recordándome que no hay tierra firme para mis inquietudes. Sólo hay cielo firme.

Pero, desde mi serenidad, reafirmo la idea que me impide esperar que suenen por sí mismas, por el viento que sople. Agarro el badajo para poner de mi parte. Ése mi apostolado.

Quizá sigas sin entenderlo. Baste añadir que ahora me asomo a la ventana de la vida, tras haber dado ocasión al mundo, con fortalezas nuevas solo posibles desde la vida de fe.