Quizá tampoco lo sea que una película que propone ciertos valores desde un sentido especial de la justicia en medio de tal tensión proponga, aún localizada en tiempo de Cruzadas, una mejor relación entre religiones.
"En oriente lo único que separa a una persona de otra es la luz", dice la reina Sibila a Balian, hijo ilegítimo de un caballero que terminará convirtiéndose en el más heroico y honorable de los caballeros en Jerusalén.
Proteger a su pueblo de las fuerzas opresoras durante las Cruzadas es el propósito de la tormentosa singladura hasta Tierra Santa desde el Estrecho de Messina. Todo lo demás hay que verlo en la cinta de Ridley Scott.
Sólo añadiré que cuando, por muchas cruces que se enarbolen, no parece hallarse en aquellos lares el Reino que da título a la peli resulta fácil entender que al mundo que todos queremos han de sumar todos.
Saladino y Balduino IV de Jerusalén 'el rey leproso' pactando la justicia contra Reinaldo de Chatillon y sus tropelías cruzadas son la viva estampa de una sensatez en las relaciones internacionales aún pendiente hoy.
Siempre habrá quien diga aquello de "acabemos con los enemigos de Dios", sin percatarse que ellos mismos también lo son para el de alguien. Así se ha escrito la Historia casi siempre. Y así nos suele ir.
Segovia, Huesca, Sevilla y Ávila 'fueron' la Francia del XII cuando se rodó hace ya 18 años. Marrakech, Tierra Santa. Acción de la buena sin más protagonismos que los valores, con mayor o menor exactitud histórica.
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